Sexo, Mariana y Video

Cuando regresé de dejar a Jimena en su casa, los que quedaban, sólo tres, jugaban con una cámara digital y bailaban canciones de Calamaro, creo que era Calamaro. No lo recuerdo bien, todavía traía suficiente Merlot y un poco de Canabis en el sistema. Si no era Calamaro, me hubiera gustado que así fuera. Mariana tomaba fotos, Gerardo y Daniela hacían que eran modelos y aprovechaban las confusiones para tocarse el uno al otro con la candidez que tienen los púberes con sus niñeras. Me preguntaba en qué había quedado la fiesta cuando la dejé… y nada, había quedado en las mismas historias que se repiten cada 15 días cuando conoces a las mismas personas desde hace más de veinte años.Bailé un poco con Mariana, y nos besamos varias veces. 

Buscábamos maneras escandalosas, casi obscenas, nos besábamos buscando que el alcohol humedeciera más la noche. Gerardo nos tomaba fotos. Gerardo salió del closet con sus amigos hace mucho tiempo, y desde entonces su promiscuidad no es ningún secreto para nadie. De cualquier manera, todos sabemos que, aunque, oficialmente, lo suyo son los hombres, no le diría que no a una chica desnuda en su cama. Empezó a tomar el papel del director, y Mariana, no del todo dócil, aceptaba sus instrucciones para besarme de tal o cual manera. Luego Daniela se nos unió y bailábamos, y nos tocábamos y mi erección lo mismo estaba sobre el trasero de una que de la otra, y sus senos se acurrucaban maliciosos en las copas de mis manos. Sentía como Daniela se calentaba, y como Mariana se dejaba llevar por la marea de los hechos. Quise probar y tomar la cámara. Ahora, ellos tres posaban para mí y yo les pedía que hicieran todo lo que podía imaginar. Siempre bailando, siempre al ritmo de la música, y siempre recordando historias del pasado. ¿Cuántas veces has estado con otra mujer, Daniela? Más de tres, conoces a dos de ellas, y una está hoy con nosotras. Mariana y Daniela se reían entonces, y yo no podía controlar, ni los ojos, ni las manos… y de pronto, ni los labios. Le pedí a Daniela que me besara y lo hizo. Cuando me di cuenta, Gerardo traía otra vez la cámara, pero las instrucciones las daba yo. Daniela ¿quieres que Mariana te toque los pezones? Daniela fingió cerrar los ojos tras los lentes, y descubrió uno de los senos. Mariana prendió la mirada como una lámpara de halógeno. Gerardo, con la cámara en la mano, les pidió que repitieran la escena, en una parte de la sala con más luz. Esta vez, Daniela se bajó por completo el brassiere, y se subió la blusa. Otra vez yo, Mariana, ¿quieres que Daniela te muerda los pezones? Y la blusa de Mariana llegó al piso y yo probé otra vez: Mariana, quieres, quitarle el cinturón a Daniela. Y Mariana quiso. Y se fue el cinturón, y los jeans y las dos tangas quedaron sobre sendos muebles. Me acerqué y dejé de hablar. La cámara había comenzado a tomar video y se mantenía en silencio. En un silencio tan total como la desnudez de las dos mujeres. Besé a Daniela otra vez, y adiviné la lengua de Mariana subiendo desde su sexo hasta sus senos, y la mía, bajando desde su boca hasta el ombligo. Mariana y yo nos encontramos en el camino, sobre el cuerpo de Daniela que estaba ya por todas partes. En el piso, en las manos de Mariana, alrededor de mis dedos, por debajo de sus labios, en las paredes, en los ruidos que seguramente llegaban a casa de los vecinos. Mi ropa salió también en dos movimientos, y Daniela fue la primera en meterse mi sexo a la boca. Sentí una mano bajo los testículos, y posé otra entre las nalgas. Sentí una mordida en el cuello, y puse otra en un muslo. Sentí saliva y puse saliva. Ellas dos corrieron a acostarse una sobre otra en el sillón. Gerardo y su video las siguieron sin decir nada, y yo acomodé mi deseo entre las dos nalgas de Daniela que frotaba su clítoris con los dedos de mi mujer. Miré a Mariana directo a los ojos. Percibí su sonrisa: esa que significa un pacto de aventura constante entre nosotros, la sonrisa que me sirve para saber que mientras esté con ella, mi cama no tiene ni aduanas ni fronteras. Luego me senté sobre el sillón y penetré a Mariana. Se vino en gritos, con la cabeza de mi amiga entre su pecho. Volví a penetrar a Daniela, y arañó con fuerza mi cuello, mientras una chica se encargaba de lamerla Terminé esta historia, con los labios de las dos sobre mi pene, completamente desnudo, con la mirada fraternal de Gerardo, con la cabeza en un torbellino, con los sueños perturbados una vez más por las imágenes que siempre me dejan, como resaca, las orgías.

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