Citando a Michel Houellebecq


El pequeño homenaje de Jardin de Adultos al escritor que, con su obra, nos invitó a escribir este blog. No apto para niños ni para optimistas:

Fragmento de Plataforma:

Jean- Yves nos dejó a Valérie y a mí en el 2 + 2 antes de volver a casa. Era sábado por la noche, y había bastante gente. Conocimos a una pareja de negros muy simpática: ella era enfermera, él batería de jazz; a él le iba bien, grababa discos con regularidad. Lo cierto es que trabajaba mucho la técnica, trabajaba sin parar. «No hay ningún secreto...», dije yo tontamente, y lo raro es que él asintió; yo había dado, sin pretenderlo, con una verdad profunda. «El secreto es que no hay ningún secreto», repinó convencido. Habíamos terminado las copas, y nos dirigimos a las habitaciones. El le propuso a Valérie una doble penetración. Ella aceptó, a condición de que fuera yo quien la sodomizara; había que hacerlo con mucha suavidad, yo estaba más acostumbrado. Jérôme estuvo de acuerdo y se tendió en la cama. Nicole le masturbó para mantener su erección, y luego le puso un preservativo. Yo le subí la falda a Valérie hasta la cintura; no llevaba nada debajo. Se empaló de golpe en la polla de Jérôme y se tumbó sobre él. Yo le separé las nalgas, la humedecí ligeramente y empecé a metérsela en el culo con prudentes empujoncitos. Cuando tuve el glande totalmente hundido, sentí que sus músculos rectales se contraían. Me puse rígido, respiré hondo; había estado a punto de correrme. Al cabo de unos segundos, me hundí más en ella. Cuando estuve a medio camino, ella empezó a moverse hacia delante y hacia atrás, frotando el pubis contra el de Jérôme. Yo ya no tenía nada que hacer; ella empezó a lanzar un gemido largo y modulado, su culo se abría, me hundí en ella hasta la raíz, era como resbalar por un plano inclinado, ella se corrió extrañamente deprisa. Luego se quedó quieta, jadeante, feliz. No era forzosamente más intenso, me explicó un poco más tarde; pero cuando todo iba bien, había un momento en que las dos sensaciones se fundían, la invadía algo muy dulce e irresistible, como un calor global. Nicole se había masturbado constantemente mirándonos, empezaba a estar muy excitada, y relevó de inmediato a Valérie. Sólo tuve tiempo de cambiar de preservativo. «Conmigo puedes pisar a fondo», me dijo al oído, «me gusta que me la metan fuerte.» Y eso hice, cerrando los ojos para evitar las cimas de excitación, para intentar concentrarme en la sensación pura. Todo era muy fácil, yo estaba agradablemente sorprendido por mi propia resistencia. Ella también se corrió muy deprisa, con gritos altos y roncos. Después, Nicole y Valérie se arrodillaron para hacernos una mamada mientras Jérôme y yo charlábamos. Él me explicó que todavía hacía giras, pero que cada vez le gustaba menos. Al envejecer, prefería quedarse en casa, ocuparse de su familia —tenían dos hijos— y trabajar solo con la batería. Entonces me habló de nuevos sistemas de ritmo, de 4/3 y de 7/9; la verdad es que yo no entendía gran cosa. Justo en mitad de una frase lanzó un grito de sorpresa, puso los ojos en blanco: se corrió de golpe, eyaculando violentamente en la boca de Valérie. «Ah, me ha engañado...», dijo, casi riéndose. «Me la ha jugado bien.» Yo sentía que tampoco iba a aguantar mucho más: Nicole tenía una lengua muy especial, ancha, blanda y untuosa; lamía lentamente, la excitación crecía de manera insidiosa pero casi irresistible. Le hice una señal a Valérie para que se acercara, le expliqué a Nicole lo que quería: que cerrara simplemente los labios en torno al glande, que no moviera la lengua, que se quedara inmóvil mientras Valérie me masturbaba y me lamía los cojones. Ella asintió y cerró los ojos, esperando la descarga. Valérie se puso manos a la obra con dedos vivaces, nerviosos, parecía estar otra vez en plena forma. Yo abrí los brazos y las piernas todo lo que pude y cerré los ojos. La sensación me inundó a bruscas sacudidas, como relámpagos; explotó justo antes de que me corriera en la boca de Nicole. Fue casi una conmoción: detrás de mis párpados fulguraron puntos luminosos, un poco después me di cuenta de que había estado a punto de desmayarme. Abrí los ojos con esfuerzo. La punta de mi polla seguía dentro de la boca de Nicole, Valérie me había rodeado el cuello con la mano y me miraba con una misteriosa expresión de ternura; me dijo que había gritado como un desaforado.


Michel Houellebecq
Traducido por Encarna Castejón

Etiquetas: