La turba que se masturba (Cap d'Agde 3)

En Cap, Mariana se deja de todo y todos. Basta que un extraño en la playa le diga que es bella para que esté deseosa de besarlo. Las endorfinas son así, y una vez que ella abre la primera puerta se convierte en la compañera de juegos ideal. Sin embargo, una sóla vez le molestó que alguien la tocara. Y le molestó mucho a pesar de que fue apenas un roce. Extraño es que también a mí me molestó, y he estado pensando mucho en qué hubo de especial en esa caricia furtiva que hizo que ambos estuviéramos incluso dispuestos a llegar a los golpes con el infractor.
Marina camina desnuda en la playa atenta a los espectáculos eróticos que se dan por todos lados. El rostro le brilla porque la encanta ver a la gente que tiene sexo. La playa está muy llena y yo me quedo unos pasos atrás, seguramente distraído por algo que nada tiene que ver con el deseo. Cruzo la mirada con un hombre. Él pasa al lado de mi mujer creyéndola sin compañía. Pasa muy cerca. Eso es normal, en Cap las reglas de la proxemia son distintas. Pero hay algo que me incomoda. Como que no quiere la cosa, el hombre deja un poco retrasado el brazo y su dedo intencionado da una caricia levísima al trasero de Mariana. Me lleno de ira y le grito en español que se esté tranquilo. En sus ojos un vacío enorme. No hay ningún tipo de reacción de su parte. Lo empujo y vuelvo a regañarlo. Esta vez en francés. No hay respuesta. El hombre sigue su camino. Descubre entonces que Mariana se ha girado y también le grita algo. Lo mismo, vacío. Se trata de un zombie
Se trata de lo furtivo, de lo robado. Cuando mi mujer está en medio de un playroom, el deseo se apodera de ella. Se deja llevar en una marea de sensaciones y se sabe segura; vulnerable y segura y por eso es tan excitante. Frente a ese toque, en cambio, no hubo posibilidad de elección. No tenía la guardia baja porque no estaba en guardia. Ella caminaba y alguien tomó sin preguntar, tomó por el gusto de tomar y no, por el placer de compartir. Mariana está dispuesta a todo cuando sabe que los demás están dispuestos a procurarla. En este momento, el zombie de la playa la tocó sin halagarla, sin desear darle nada, sólo tomó para si y eso descontextualizó por completo la caricia.
Se trata, he dicho antes de un zombie, un fenómeno social que se concentra en la playa liberal de Cap, y que considero un costo pagable de la libertad. En esa zona todo está permitido siempre y cuando el escándalo no se vuelva un obstáculo para la tranquilidad de los demás. Sólo hay adultos, y las parejas juegan entre si o invitan a otros a participar con ellos. Pasar un día ahí no tiene comparación con nada en cuanto a escala de placer se refiere. Sin embargo, si nada está prohibido, todo se vale, y así como en las albercas se acumula la lama, también ha crecido en la costa una turba de hombres voyeristas que caminan sin parar buscando ver algo con lo que masturbarse. Se juntan cuando empieza a haber algo de acción rodean a las parejas y baten sus falos como ofrenda a quien da el espectáculo. Si hay cerca de diez, el juego es divertido, pero algunas veces la turba que se masturba crece tanto que invade los espacios de los demás. Pisa las toallas, tira las sombrillas. La turba que se masturba lo llena todo de arena y crece, crece mucho.
Conocimos, en nuestros días en la playa a varios hombres que venían solos. Hacen plática con las parejas y algunas veces éstas los invitan sin pudores a participar. Los zombies no pertenecen a este grupo. Los zombies son invasivos, no hablan, sólo se paran o se sientan muy cerca y se masturban. Se deseperan por un poco de vista, lo que alcancen, si alguna chica los toca, la turba puede hacerse gigantesca, más de 50 o 60 hombres. Los otros asistentes a la playa tendrán que moverse si no quieren ver sus cosas y ellos mismos aplastados por pisadas inconscientes. Incluso su corporalidad es rara, como si de tanto buscar porno en vivo se hubieran deformado algunas articulaciones.
Son, ciertamente desagradables, y por eso seguramente nos molestó tanto la caricia. Nos pareció que rompía una regla no escrita. Si al zombie no lo tocan, el zombie no toca. O algo así. Pero con todo, de las cosas que más me impresionan de Cap es que todo ese conjunto no logra disminuir ni un poco el éxtasis de un día de sexo público en la playa.
 Imagen vía: Sicalipsis

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