Espectáculos sin medio tiempo

Relatos de nuestros encuentros swinger


Nos dio por masturbarnos mientras veíamos la tele hasta que fue fue la hora de dormir. Todavía había en el aire muchas imágenes de la noche anterior, que se nos agolpaban en el canal del insomnio. Llevábamos en la maleta, aún sin deshacer, un fin de semana de reencuentros y una grata sensación de pertenencia.
Nosotros nos citamos con Ellos en el Pistache, un sitio al que cada vez queremos más, porque cada vez lo entendemos mejor y hemos desarrollado con ese hotel una relación swinger casi monogámica (la paradoja es intencional).
A Ellos, no los habíamos visto en un buen tiempo, y la verdad es que los extrañábamos. Ellos y Nosotros, pasamos unas horas durante el medio día encerrados en su villa recordando, en modo práctico y nada teórico, como se acoplan dos, que a su vez son dos con otros dos, cuando cada uno está desnudo sobre la cama. Esta vez, las iniciativas fueron casi siempre de Ellos, y como a Nosotros, eso nos gusta, nos dejamos llevar, divididos, hacia los extremos a donde Ellos, quisieron conducirnos, es decir, Uno de Nosotros con Una de Ellos, y Uno de Ellos con Una de Nosotros. Hemos, en los últimos meses, aprendido a separnos más fácilmente de nosotros y ahora jugamos con mayor amplitud de campo. Nosotros, ahora, dependemos menos del constante contacto con Nosotros que antes nos parecía tan indispensable. De cualquier manera, aún nos besamos o nos lazamos furtivas miradas a Nosotros mientras tenemos sexo con Otros, o en este caso, con Ellos. Luego de la sesión Todos, Nosotros y Ellos, salimos de la madriguera para ir a platicar con Los Demás.
Por la noche, buscamos una cama con suficiente público para reunirnos otra vez con Ellos y sacar juguetes y ponernos a compartir. Lo que había empezado como una demostración de Hitachi para Los Demás, se convirtió en una doméstica conveción de sex toys. Ellos trajeron su Hitachi y Nosotros el nuestro, pero además trajeron un bártulo de silicón rosado que yo suponía que sólo se usaba para hacer cine, o porno o de Darren Aronofsky. El caso es que Nosotros no lo habíamos usado nunca, y Ellos, con su encantadora falta de pudor, nos instruyeron con detalle sobre su uso. Entre besos, caricias y sesiones largas de sexo oral Una de Ellos se acomodó frente a Una de Nosotros, y cuando Uno de Ellos pasó su mano por entre las piernas de Una de Nostros diagnosticó que Nosotros estábamos listos para recibir el extremos faliforme del juguete. Así, Una de Nosotros emitió, al ser penetrada, un dulce gemido que le dió señal a Una de Ellos para introducirse el otro, el menos, pero aun faliforme, extremo. Una y Una echaron mano de sus Hitachis y Uno y Uno se acomodaron donde penes quedaran cerca de bocas. Unas combinaban la oscilación de las caderas con la estratégica colocación de los vibradores y la dedicada felación. Unos se mantenían atentos a estimular lo que, con crípticas señales, pidiera estimulación.
Cuando se vinieron (Unas), a Uno de Nosotros, el orgasmo le vino por los ojos. Demasiada intensidad se acumulaba, a manera de contracciones, en los músculos de Una de Ellos, y Uno de Nosotros al tocar los senos en armonía estruendosa con orgasmo femenino tuvo la ilusión de estar tocando una gaita que, en lugar de aire, expulsara fuerza erótica. Y para exponenciar el efecto, la imagen se reproducía al otro lado del silicón rosa con idéntica energía. El gran finale de las voces femeninas fue coronado con el aplauso de Los Demás, quienes no perdieron detalle de lo ocurrido.
Ellos, Nosotros, y Todos nos sentamos juntos a cenar unos sándwiches que El Pistache, precavidamente, se encargo de suministrar. Luego, comenzaron los preparativos para el tercer encuentro sabatino...

Foto vía: glitterpuss-lazertits

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