Las dos Marianas

Reflexiones sobre nuestra vida erótica

Gabrielle y su hermana Escuela de Fontainebleau

Dejaron un comentario en el blog hará cosa de un mes. "Sinceramente creo que Mariana no existe" dice "y que eres sólo un escritor con algo de imaginación." Parece sensato, y esa era la primera razón que me impulsó a escribir Jardín de Adultos: lidiar con la realidad sin confrontarme con ella. Escribir es un proceso de selección, al final, todo lo que creamos es una obra de ficción sin importar qué tanto hayamos querido apegarnos al mundo de lo tangible. Pero el comentario me puso a pensar en Mariana y en Mariana. En la que duerme conmigo y la que habita en este URL,


     Mariana no existe. Es decir, una mujer está enamorada de mí. Vive conmigo. Ha apostado por lo precario que tengo para ofrecerle y, además es una inmejorable compañera de aventuras sexuales. Esa Mariana es real. Es verdad que esa mujer y yo nos hemos dado a la tarea de recorrer playrooms, hoteles para swingers, clubes para parejas, y hemos iniciado una larga carrera de complicidades eróticas. Muchos visitantes de este jardín, asegurarán que la conocen. La han visto, la han escuchado hablar, han compartido cama con ella y podrán firmar que lo que digo sobre sus ruidosos orgasmos no es mentira.

     Sin embargo, Mariana, la mujer con la que duermo, es también muchas cosas que he dejado fuera, que no son parte de Mariana, la protagonista de mis historias para leer por la noche, y que no cabrían aquí o que no vendrían al caso. Mariana es, por ejemplo, una esposa que sale de casa casi todas las mañanas antes de que yo me levante y suele regresar cuando ya estoy en la cama. Cuando se enfurece grita con la misma fuerza que lo hace cuado se viene, y explota casi con la misma facilidad. Mariana odia cuando dejo el baño mojado al salir de la regadera. Cocina a las mil maravillas, pero nunca lo hace. Es inhumanamente solidaria con aquellos a los que quiere, sin embargo, no soporta el abandono. Mariana no come carne de puerco. Es patológicamente adicta a la televisión. A Mariana le gusta el vino y tiene un amor cortés por todo lo argentino. Es melómana confesa. Es ruidosa al hablar, y mucho más cuando el malbec le calienta la garganta. Mariana no censura su vocabulario, no perdona fácilmente, no soporta ni a insectos ni a roedores.

     De todas formas, Mariana sigue sin exisitir. El ser que describo es intangible, pero eso no se debe a una licencia poética de mi parte. No soy culpable de, intencionalmente, mentir. Es un asunto que tiene más que ver con su naturaleza acuática, con su capacidad infinita de mutar. Si estamos solos en la cama, un miércoles cualquiera y me acerco a su piel para encenderla, es una persona lógica. Verosímil. Es una esposa como las esposas de mis amigos civiles, una esposa como la que uno se imagina cuando dice "Ella no existe, eres un escritor con algo de imaginación". En esas ocasiones, el sexo es un acto de amor domesticado. Eso sí me gusta. Eso no. ¿Para qué empiezas con aquello si ya sabes que me apagas? Es un placer delicioso por confortable. Aquí uno está seguro y arropado. La gente está dispuesta a contraer matrimonio para poder coger así

     Hay otra naturaleza en ella. Una que emerge cuando abrimos la puerta de las aventuras, cuando hacemos un pacto tácito de hacer travesuras. Algunas veces se detona cuando tomamos carretera, otras, cuando compramos juguetes o si, como sucedió este viernes, pasa mucho tiempo sin que tengamos sexo, y tenemos que recuperar terreno perdido. Se transforma en un personaje de ficción, en la Mariana inverosímil que, contra la ley de las posibilidades, vive tanto en la imaginación del escritor como en la vida real. Mariana de la que pueden dar fe tantos otros personajes del blog. Ella besa por convivir. Se deja poner en las manos de la gente. Sabe usar un vibrador para extraer profundos orgasmos de entre las piernas de otras mujeres, y una vez que en ella se ha activado la humedad, no hay reversa. 

     Como ir de una Mariana a otra, nadie lo sabe. Si la ninfa despertará a la esposa por la mañana, después de un encuentro multipersonal, nadie lo sabe. Si la esposa dará paso a la ninfa un viernes por la noche en los profundo de un club, una moneda al aire. Mariana es acuática, es mutable e flexible, pero es, en esencia, caótica. Si uno deja caer al piso un alfiler, es imposible saber de qué lado caerá la punta.


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