¿Cómo convenzo a mi esposa?

Cómo convenzo a mi esposa
La pregunta más común de los señores

     No miento, después de tantos años de responder correos de inquietos aspirantes al medio swinger, la pregunta más recurrente de todas es la que menos me gusta contestar. Vender nunca ha sido lo mío. Convencer mucho menos, en cambio, lo que me encanta es guiar a otros por rutas que yo mismo he explorado, en busca de la felicidad. Pero sé bien que lo que a nosotros nosalegra la vida, no necesariamente funciona para los demás. Así que cuando me escribe alguien preguntándome cómo hacer para "quitarle a su mujer todos los prejuicios que la alejan de la libertad" me siento una especie de catequista a domicilio y eso me incomoda sobremanera. 


"Quisiera probar una experiencia swinger, pero no sé cómo convencer a mi mujer."


       Si la cosa fuera al revés, si alguien quisiera instruirme para volver a la senda de la monogamia o la santidad de la exclusividad, lo mandaría directo y sin escalas a la tierra donde los espárragos se fríen. Lo encontraría ofensivo, pues. ¿Quién se cree qué cosa para venirme a decir a mí lo que es bueno y lo que es malo? Así que no hago a otros lo que no quiero que me hagan a mí. Vivo y dejo vivir y, bajo ninguna circunstancia, me asociaré con un caballero que, habiendo decidido desposarse con una militante de la tradición, se calienta en Twitter con la idea de un ménage à trois y luego se autoerige paladín de la liberación carnal para abrirle a su mujer las delicias de la sexualidad alternativa. No. No seré yo el cómplice de esa batalla.

     Acepto, sin embargo, que el destino, en compensación por no haberme dotado de alguna otra fortuna como hacerme guapo o estrella de la NBA, me bendijo a rédito con una mujer extraordinaria que no siempre fue libertina pero que estuvo dispuesta a descubrir ese mundo conmigo. Eso, estoy consciente, de alguna manera me impone una obligación social. Tendría el deber confesar a mis onanistas congéneres, cuál fue el secreto de mi éxito en esa cancha y por qué yo sí tengo una Mariana y ellos no. 

      El truco, que cualquier otro swinger de abolengo podrá constatar está en que yo no la convencí de nada. Sólo los políticos y los mercadólogos convencen. Mariana y yo entramos en estas lides, como resultado de un intercambio de fantasías. Cuando nuestra relación de pareja avanzó lo suficiente, nos dimos cuenta  de que no tenía sentido escondernos las cosas, de que, antes que otra cosa éramos cómplices en una odisea que esperábamos que durara mil años. Teniendo claro que la vida era un viaje, como dicen los calendarios de superación personal, lo de menos era ponernos de acuerdo en los destinos y en las rutas. Un día nos tirábamos en paracaídas, otro, ¿por qué no? visitábamos un club sw.

     A donde quiero llegar, y la riesgo de ser lapidado por cursi, es a que mucho antes de pensar en abrir su sexualidad a otros (asumiendo que no fuera ese el acuerdo original), lo que tendrían que estar buscando es la construcción de su relación a partir de acuerdos que vayan más allá de lo cotidiano. Si hablar de porno es un problema, si aún tienes la urgencia de revisar su celular, si ella tiene miedo de la que la ropa que usa te vaya a molestar o si tú aún te avergüenzas de pedirle sexo oral, tal vez no sea el mejor momento para empezar a hablar de invitar a su cama a la amiguita del gimnasio. 

     El error consiste en creerse dueño de una verdad. "Vas a ver que sí te va a gustar." ¿Con qué derecho vienes y le derribas todos los principios morales, religiosos o lo que mandes con los que creció y que están tan arraigados en su identidad? Que tú quieras meterte en un playroom, no te da derecho  a descalificar su voluntad. Pero todo será mucho mejor para ambos si, en lugar de insistir, las cosas quedan en la mesa como parte de un extenso menú del que pueden elegir juntos. No sobra advertir que a ese menú los dos le agregarán opciones y tú también deberás, constantemente, decir que sí a las opciones que ella incluye.

  La meta no es swinguear, (si acaso, eso será un posible valor agregado) sino llegar al punto donde ambos puedan, sin miedo, compartir fantasías, hablarse en la cama, entender la sexualidad como un juego en el que ambos compiten por ver quién puede hacer más feliz al otro. Pero es importante que vayan paso a paso y con mucha paciencia. Lean juntos historias eróticas, vean películas, experimenten con el porno y después inviten amigos imaginarios a su cama. El viaje de los swingers comienza siempre en la ensoñación y quien lleva la ventaja debe ser generoso con el otro.  Primero ustedes, luego los demás. Siempre es así en este deporte.

    

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