La monogamia de los promiscuos

más de 15 años de ser swingers

Más de 15 años de ser swingers y...

Mientras que yo añoro, la expectativa de un fortuito descubrimiento en el playroom, Mariana disfruta la certeza de saberse parte de una comunidad sólida. Para los dos, el swinging es esencial tanto en nuestra vida como en nuestra relación de pareja, pero es gracioso que, incluso en esto, tengamos aproximaciones tan diversas. Ella se considera en la edad de oro de nuestro lifestyle; tiene a su alcance lo mejor de dos mundos: la seguridad de un clan confiable y la profusa promiscuidad de la vida sibarita. Yo, en cambio, aunque ahora me siento más sabio y más feliz, no dejo de echar de menos la emoción de aquellos primeros encuentros en los que no sabíamos lo que podía ocurrir.

Nuestra vida swinger es, excusarán el oxímoron, bastante convencional. Vamos, que tengo entre cuatro y cinco parejas sexuales, pero soy muy monógamo con todas ellas. Cierto, de vez en cuando, mi mujer y yo salimos de la zona de confort y nos dejamos ligar por otra pareja, una que esté fuera de nuestro círculo cercano, y eso añade versatilidad a nuestro conteo de aventuras eróticas, pero en general, la manera en la que vivimos la poligamia es una ampliación xerox de la forma en que los vainillas viven la fidelidad conyugal. Ellos repiten, casi siempre, el mismo ritual de cortejo que desemboca en grato encamamiento con una persona a la que quieren y en quien confían. Nosotros, repetimos, casi siempre, los mismos rituales de cortejo que desembocan en gratas orgías con personas a las que queremos y en quienes confiamos.

Por eso, ya no sé cómo se llama lo que hacemos. El Signore Medici dice, y yo coincido con él, que cuando pasamos el finde con La Cofradía, se trata, más bien, del un émulo anacrónico de comuna hippy que de una experiencia swinger. Y justo ayer Mariana me decía que, contraviniendo lo dispuesto en nuestro reglamento liberal, ella no tendría inconveniente en dejarme ir a jugar, sin su supervisión,  con otras parejas siempre y cuando, y en esto fue muy enfática, pertenecieran al "ambiente".  Con ellos sí, pero con las guapas de mi trabajo, nada. Y eso tiene una razón de ser: la gente del medio es confiable, comparte con nosotros un código ético que le da la certeza de que estamos todos en la misma página. Al final, de lo que se trata nuestra forma de vida es de eso: de coger con gente en la que crees. Nada muy distinto de lo habitual ¿cierto?

Este es uno de esos posts, en los que lo que hago es pensar en voz alta. Y me viene a la cabeza que hace ya varios años, escribí otro artículo que preguntaba ¿Seremos swingers? En aquél pasado remoto, habíamos tenido nuestra buena dosis de sexo compartido, pero aún nos debatíamos si éramos lo suficientemente pirujos como para autodenominarnos swingers. Un buen día lo decidimos y convertimos "Jardín de adultos" en algo así como el Centro Nacional de Información para Parejas en Busca de Variedad Sexual, NICFCSSV, por sus siglas en inglés. Desde entonces, no sólo somos swingers sino que además, optamos por tomar muchas decisiones de vida de acuerdo a lo convenientes o no que resultaban para uso y disfrute de nuestra inusitada sexualidad.

Ahora me pregunto si lo seguimos siendo, si el casillero sw es lo bastante amplio como para dar cabida a una serie de relaciones entre parejas que van mucho más allá del plano sexual. No somos los únicos, claro, la mayor parte de las personas que conocemos y que han meneado el abanico durante mucho años, nos han contado que también se han acostumbrado a los mismos lugares y a compañeros de juego más o menos estables. No lo sé. Tal vez me estoy haciendo viejo, y empiezo a buscar cálidas madrigueras bajo las faldas de algunas en cuyo regazo descubrí, hace varios años, las delicias del sexo compartido.

Dominique Agius by L'istante monocromático


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