Opiniones sobre el swinging mexicano
Un malentendido con una notoria sextuitera en la fiesta de aniversario de Dreams hizo que, en Twitter, se corriera el rumor de que cobramos por tomarnos fotos con la gente. Las circunstancias en las que ocurrió el equívoco no son materia de este texto, y por lo tanto, no las explicaremos aquí. Baste con decir que no, que no cobramos por foto. Pero las indignadas reacciones que se suscitaron nos parecen dignas de alguna reflexión. ¿Por qué no sería legítimo cobrar por una foto?
Empecemos por dar por descontadas dos premisas. Una, tal vez sería absurdo o ridículo, digamos una mala idea de negocios, creer que alguien (además de mi abuela) estaría dispuesto a pagar por salir junto a nuestras caritas sonrientes. Dos, en las circunstancias en las que estábamos, haber buscado cualquier interés mercantil fuera de los objetivos de SDC, la marca a la que íbamos representando, y Dreams, nuestro anfitrión, era imposible.
Sin embargo, más allá de esos dos factores que colocan la cuestión en el plano de lo puramente hipotético, ¿qué hay de malo en cobrar por nuestra propia imagen? ¿O por el tiempo que invertimos en convertirnos en las personas con las que este hipotético cliente querría tomarse una foto?
El argumento en sí, es más viejo que follar en grupo. Dicen los rígidos jueces: “Con el swinging no se puede ver como un negocio”. Y lo repiten con todas sus vertientes puritanas. Pero no hay un despropósito más grande. ¿Cómo creen estas personas que se mantienen los clubes que tanto les divierten? ¿O los hoteles para los que hacen fila? ¿O las páginas web en donde encuentran a otros swingers como ellos?
Lo que en el mundo real se llama libre empresa, en el medio sw huele a corrupción. Porque eso sí, yo nunca he escuchado a nadie quejarse de que el movimiento gastronómico se está pudriendo derivado de que muchos sólo abren puestos de flautas para hacer negocio. Y habrá quien me diga: “Claro que un club tiene que cobrar porque es una empresa, pero las parejas no.” Obviamente hay una confusión. A los swingers no les gusta que otras parejas les pidan dinero a cambio por tener sexo, porque no están en esto para contratar servicios cortesanos. Hay quien pague por eso, y está bien, porque al hacerlo estará recibiendo un valor agregado que le da forma a su inversión. Pero a los promiscuos de nuestra especie nos gustan las relaciones horizontales.
Intercambiar dinero por sexo se llama, aquí y en China, prostitución. Y nadie es tan deficiente mental como para confundirlo con el libre gozar de cuatro o más adultos. Ponerse en contacto con una pareja que cobra por favores sexuales y aseverar que el hecho de ser dos les confiere título de “pareja swinger” es tan estúpido como creer que si contratas a una escort vestida de maestra sexy, puedes pedir a la SEP revalidación de estudios. Que ellos se autodenominen como tales, obviamente, solo es parte de una fantasía equivalente a la de prostituta que asegura ofrecer una “hora de novios”. Y nadie se queja de que el mundo del noviazgo se ha desvirtuado.
El resultado de esa miopía crónica conduce, irremediablemente a una falacia de generalización: Toda otra forma de empresa que satisfaga las necesidades de nuestra comunidad, es vista como perversa y alevosa. Entonces, si nosotros después de diez años de ofrecer gratuitamente nuestra experiencia y trabajo en forma de centenares de artículos, decenas de entrevistas, algunos videos, otros fallidos experimentos, varias conferencias y un sinnúmero de correos contestados a toda clase de dudosos en busca de ayuda, un día decidiéramos que esa reputación de algo vale y que podríamos capitalizarla, como quien aprovecha su capacidad para tejer suéteres, preparar hamburguesas o volar aviones ¿por qué sería triste o abusivo?
A lo largo del tiempo, hemos aportado a la comunidad swinger todo lo que hemos podido en espera de contribuir a construir un mejor ambiente liberal y de promover una cultura de sexualidad positiva e incluyente. Hacerlo como lo hemos hecho, es una decisión, un gusto y una forma de suplir otras necesidades diferentes a las de ponerle gasolina al coche y pagar la renta. Nos recompensa haber ayudado, literalmente, a cientos de personas a descubrir esta práctica a la que le debemos muchas de nuestras experiencias más felices. Pero la cosa es así de clara. Es una decisión nuestra, y si no hemos optado por cobrar por asesorías, consejos, artículos, fotos o autógrafos, nada tiene que ver con el honor o con la legitimidad. Es simple y llanamente porque así lo hemos querido.
De la misma forma, siempre apoyaremos activamente a todas la personas de negocios que, dentro del ambiente
sw, desarrollan empresas éticas que dan alternativas a nuestra querida comunidad de libertinos. Y sí, creemos firmemente que todo el mundo tiene derecho a hacerse rico, o al menos a mantenerse, con su trabajo cuando hace éste de manera honesta y responsable. Parece una obviedad digna de tarjeta Hallmark, pero a juzgar por las recientes quejas, no lo es tanto.
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