Desire Los Cabos 2.2

La primera noche visitamos la disco del hotel con nuestros difraces de "Emergencia 69". El lugar era ruidoso, y todos los que durante el día estuvieron desnudos junto a la alberca ahora vestían de maneras fantásticas. Le había pedido a Mariana que llevara un juego de ropa interior blanca con brillos, y le compré, antes de salir de México, y sin que ella se enterara, una bata blanca como de laboratorio de secu. Dr. Mariana Hot. Se veía más divertida de lo que yo me imaginaba. Después de dos copas de Merlot, y de que ella participara en un concurso en la pista, bailamos un poco y decidimos visitar el Play Room.
Es un espacio mágico diseñado por alguien que sólo tenía una cosa en mente. Los divanes se acomodan alrededor de una habitación alargada y no demasiado grande. El área de cada pareja está separada por cortinas transparentes que pueden ser abiertas o cerradas en cualquier momento. En la entrada hay suficientes toallas para que no falten en toda la noche. El techo tiene espejos redondos que, según el ángulo pueden servir para verse uno mismo o para ver a otras parejas. La iluminación tenue pero constante y el resto del ambiente recuerdan un poco la versión Disneylandia de las "Mil y una noches". Todo está al alcance de la mano; en caso de necesitarlo, basta estirarse un poco para tocar un muslo, o una mano o una persona entera.
Escogimos un sitio casi central, pero había entonces, pocas parejas. Frente a nosotros, unos practicaban algo de masturbación mutua que me hizo pensar en sexo tántrico o algo por el estilo. Se tocaban largamente. A veces se lamían sin proferir gemido alguno, luego él la penetraba y casi no se movían, ni se escuchaban gemir. Después de un rato volvían a empezar. Mientras tanto, Mariana ya me había quitado los pantalones, y yo estaba en mi sitio favorito en el mundo, es decir, su boca. Tardé nada en dejarla sin ropa, y los brillos de su nívea ropa interior, fueron a dar a un rincón junto con el resto de nuestros disfraces. Mariana iba ya por el tercer orgasmo cuando una pareja se acomodó junto a nosotros. Él se sacó un miembro enorme para que ella lo chupara. Mariana, lo sé, no podía dejar de verlo. Me acerqué a su oído y le dije "Si quieres ir, te doy permiso." Dijo que no, y luego escondió su cabeza dentro de alguna parte de mi cuerpo, no recuerdo cuál. Un par de veces hice contacto visual con ellos, había una suerte de complicidad en nuestras acciones. Unos nos repetíamos a los otros, y los hombres buscabamos que las mujeres se miraran. Me acomodé bocarriba con la cabeza apuntando hacia ellos. De tal forma, Mariana tuve que montarse sobre mí, amenazando con terminar una vez más. Del otro lado, ella se abría en cuatro puntos y el la penetraba desde atrás. Él y Mariana no pudieron evitar sus miradas. Los ojos de ambos se encontraban con un gesto que lo mismo era de reto que de complicidad. Mariana comenzaba a acercarse a su no sé qué número de orgasmo mientras ellos dos y yo la mirábamos fijamente deshacerse como hielo sobre mí. Cambié entonces nuestra posición para poder repetir su juego. Mariana se puso de rodillas y con las manos sobre el diván. Yo fui, entonces quien copiaba lo que tenía al frente. Ahora los ojos de los cuatro se mezclaban. Nadie tocaba lo que no fuera propio, pero todos nos veíamos como los rivales de una competencia en la que nadie pierde. Terminamos los cuatro juntos. Mariana no pudo contar cuántos orgasmos logró en su primera noche en la Baja. Nos vestimos y regresamos al cuarto. Un gran edredón blanco y las almohadas rojas garantizaron que pudieramos dormir tranquilos hasta entrada la siguiente mañana.

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