Swingers México| Mariana y Diego | Aburrirse del sexo | Jardin de adultos
Desde que volvimos de Los Cabos, a mí se me aumentó el apetito por las orgías y a Mariana pareció habérsele quitado por completo. Supongo que con las adicciones fuciona igual. El punto es que pasaron casi seis meses, hasta que ella decidiera aceptar volver a nuestras aventuras públicas. Fuimos a un "Meet and Greet" que organizaron los de la estación de radio por internet "Mente abierta". No es que haya estado mal. De hecho, nos llevamos muchas agradables sorpresas: Los organizadores estuvieron muy al pendiente, el lugar se prestaba bien, había mucha gente y muchas parejas atractivas. Nuestra habitación en el hotel no olía nada bien, pero en fin, pecata minuta, tomando en cuenta el poco tiempo que pasamos ahí.
No participamos mucho en la integración con otras parejas, y me pregunto si no nos hace falta que los organizadores nos presionen más. No lo sé, de hecho, detesto sentirme presionado. Igual, no estábamos muy proclibes a conocer a otros. En algún momento, los organizadores, supongo que notaron nuestra cara de mamertos, decidieron intervenir y presentarnos a otra pareja. Eso estuvo bien. Sexualmente no hubo química alguna, pero afectivamente, aparentemente sí. Pasamos toda lo noche conversando con ellos sin que ninguno de los cuatro opinara que valía la pena llevar todo ello a la recámara. Pero yo percibía en ellos el mismo desencanto que en nosotros por todo lo que nos rodeaba.
El punto más débil de la noche fue lo mucho que tardaron en abrir la, ahí llamada, "zona íntima", un laberinto de salas y telones de gaza, funcional y delicadamente diseñado. Bien, para cuando entramos, Mariana ya estaba cansada pero yo leía que estaba tan ansiosa como yo de encontrar algo que la moviera, y tan frustrada como yo, por no encontrarlo. Fuimos hasta el fondo y comenzamos con rituales similares a los de la recámara. Los ojos de Mariana tenían algo de lascivia y poco de curiosidad. Conforme llegaron otros, quise hacer contacto visual, pero Mariana no me lo permitía, y entonces un gran canal se abrió entre nosotros. Mariana necesitaba, y eso lo entiendo hasta hoy que escribo, que apesar de todos los estímulos, yo sólo quisiera concentrarme en ella. Yo quería, y eso, no se si ella lo entendió, que fueramos otra vez los niños exploradores que se agarran de las manos para correr juntos por el País de las Maravillas. Ceder un poco de ambos lados, nos permitió premiarnos con un par de orgasmos bien logrados, pero ceder un poco es siempre no ceder. Dar, sólo un poco, es también frustrarse un tanto, y cuando salimos del lugar me segía sobrecogiendo el vacío que ataca a los barcos que llevan mucho tiempo atados al puerto. Hubo, sin embargo, un giro en la noche que disipó un poco mi amargura. Quizá deba hablar de ello después.
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