Un Spa

No sé por qué desaparecen esos proyectos. Bueno, de hecho sí lo sé y por eso es que me da tanto coraje que diste mucho para que el mundo swinger de clave alta sea, en México, económicamente viable. La cosa es que existió y estaba en Coyoacán. De ello podemos dar fé, Mariana y yo que alguna vez nos escapamos a conocerlo. La dueña fue sutíl cuando hicimos la reservación: "¿Dónde vieron el anuncio?" Se sobrentendía que si lo habíamos visto en Tiempo Libre, lo que buscábamos tenía una tónica más sexual que el resto de los servicios que se daban en el muy bien puesto SPA.
Llegamos al anochecer y nos presentaron a la terapeuta, una chica atractiva que rondaba los treinta. Nos llevó a la cabina. Dos mesas de masaje, un baño completo, velas y musiquita obvia. Nos dejó solos un rato para que nos dieramos un regaderazo y preguntó si queríamos estar desnudos o que nos diera ropa interior desechable. Sobra decir lo que escogimos, no sin antes divertirnos con la idea de los chones desechables. 
Regresó y nos recomendó empezar la terapia con Mariana. Ella se acostó con los ojos cerrados y entre los dos la acariciamos y masajeamos largo rato. Me fue diciendo cómo hacerlo, y me llevó las manos de la mano en el camino de arrancarle suspiros y jadeos a la piel de mi mujer. Era como tomar una clase magisterial. Yo sé todo sobre el cuerpo de Mariana, había aprendido mucho tiempo a hacerla temblar a gusto de mi voluntad, pero había rutas nuevas, o caminos que, transitados un millón de veces, ahora tenían resultados distintos. 
Le tocó el sexo, abrió su labios con dulzura casi clínica y diagnosticó. Ya está lubricada, practícale (sí, creo que la palabra que usó fue "practícale" sexo oral) Obedecí mientras ella la tocaba. Mariana se contraía y se distendía con soltura. Gemía, y yo la sentía gemir con mi lengua cada vez más dentro. Unas veces mi boca, y otras sus dedos, Mariana era completamente nuestra hasta que no pudo contener la explosión.
Después fue mi turno. Ojos cerrados. Manos, unas nuevas otras conocidas, en mí. Boca, lengua, y mi pene completamente dentro de la voz que me despierta todas las mañanas. Masturbación, felación, tactos obscenos en medio de la escena New Age. Terminé. 
Regresamos a la regadera y terminamos la noche desnudos en un Jacuzzi enorme con una botella de Boons, cortesía del único spa swinger que ha vivido, poco pero ha vivido en la ciudad más grande del mundo.
 
Imagen: La fuente de:  Jean-Auguste-Dominique Ingres


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