La sexualidad tienen mucho más de sórdido que de sublime. Ya sé que Hollywood nos ha enseñado que el sexo debe incluir tomas espectaculares y locaciones paradisiacas, pero siendo francos, si nuestros deseos y nuestras acciones de alcoba fueran observados por una criatura de otra especie, sin duda se percibirían como grotescos.
A pesar de todo, nos encanta follar. Esa es parte de la paradoja de nuestro erotismo. Tal vez, ese sea uno de los discursos de
Michael Sullivan y su creación filmográfica
"Sex Life of Robots", un híbrido de ciencia ficción con pornografía que nos muestra robots en situaciones eróticas, reproductivas y de poder. Para hacer el experimento aún más efectista, cuando vi esta cinta por primera vez, lo vi en el
Museo del Sexo en Manhattan, estaba exhibido como parte de una maqueta. Era, preecisamente la cinta proyectada en un cine porno para robots que producía tanto asco como fascinación: Baños sucios con robots tirándose a prostitutas robots, sexo maquinalmente oral en las butacas, escénas de paidofilia sci-fi, y alguna otra marranada concentrada en un espacio oscuro y decadente. El video, en si mismo, es una joya que, controvertidamente, me recuerda a
Metrópolis.
Lo dejo aquí para quien lo quiera disfrutar.