El Pistache, Europa del Este, y la carrera de los orgasmos

Crónicas de nuestros viajes SW

El Pistache, hotel boutique para parejas swinger

Dos mujeres desnudas en el agua
Foto:? Vía: Sicalipsis
Mariana es tan adicta a los orgasmos como yo a los besos. Le contamos quince el domingo por la mañana, todos obra y gracia de un tipo divertido al que se aficionó muy pronto. Conocimos a los Condes de la Vieja Europa, el sábado por la tarde cuando llegamos al Pistache. Son del Este, aunque no son condes realmente, son fotógrafos fantásticos y yo creo que los que pueden hacer fotos como las suyas, merecen un título nobiliario. Ella, sin duda, es un sueño: apiñonada, alta, y con un cuerpo que bien vale una portada en cualquier revista de mayor circulación. Este fin de semana, la concurrencia a nuestro hotel boutique favorito estuvo innmejorable.


Los Condes de La Vieja Europa nos invitaron al jacuzzi de su suite para una paradógica reunión petit comite, a la que todos los huespedes del Pistache asistieron. Esa debe ser la principal ventaja de los sitios poco masivos. Pasaron un par de horas en las que departimos desnudos y jugamos a coquetearnos y contamos y escuchamos anécdotas divertidas y bebimos cervezas y vino o whiskey y cenamos bajo las estrellas hasta que algunos se despidieron y nos quedamos seis dentro del agua. No tengo claro como empezó, pero imagino que fue Mariana y su legendaria falta de pudor la que empezó por meterse al Conde dentro de la boca. Muchos rituales swinger empiezan de esa manera. Platicar, juguetear, platicar, platicar, todos quieren que suceda algo y es como la ramíta frotándose en la piedra para producir calor. Sólo es suficiente una chispa para que todo empiece a arder. En este caso, cuando los labios de Mariana tocaron el glande del Conde, ocurrió el banderazo de salida. Me acerqué a la Condesa y comenzamos a besarnos como locos, a acariciarnos y a llenarnos de abrazos. Del otro lado de la tina, había una pareja de muchachos en sus tempranos veinte que habían dejado clara su intención de ir paso a paso. En poco tiempo, había sexo por todos lados. Sobre todo, había mucho de lo que me gusta, de lo que me gusta mucho, abrazos y labios y lenguas. Había manos que se perdían bajo el agua y se encontraban al tocar pieles hambrientas, deseos que fluían imparables como el viento frío sobre la ladera del cerro. Jugamos largo, despacio y muy rico. La Condesa fue a provocar a la jóven de los veintipocos años y después de un par de caricias la claridad de ir a paso a paso se difuminó con el vapor de la tina.
Cuando el aire frío y el agua dejaron de ser buenos amigos, la Condesa y el Conde nos llevaron a Mariana y a mí a su cama. Swingear es un deporte con tantas posibilidades que despues de muchos juegos hicimos una pausa. Luego cerramos la noche el Conde y yo con Mariana mientras la Condesa miraba lasciva y de vez en cuando acariciaba. Toca con la suavidad de un sueño profundo, pero cada dedo que pone en la piel tiene una eficiencia terminal. Él llenó los senos de Mariana con semen y me propuso hacer lo mismo. Cuando lo hice los Condes corrieron por la cámara e hicieron un par de fotos tan bellas como pornográficas. Nos dimos las buenas noches entre besos y caricias y quedamos de vernos para el desayuno.
El domingo lo pasamos en el jacuzzi de abajo, en el habitual. El Conde estuvo reparitiendo masajes y luego de que a Mariana le tocara el suyo en turno ya no lo soltó. Me enteré que mi mujer adquirió un 12 pack de orgasmos de mano o genitales del señor. Cuando iban por el seis, una hermosa queretana, que se había quedado de pronto sin marido, y yo empezamos a seguirlos. Evidentemente no lo hacíamos al mismo ritmo. ¡Lo que ellos hacían es antinatural! Pero llevábamos un trote sensual del que aún me queda un saborcito rico. Mis manos se acomodaban fácilmente en un pequeño cuerpo que parecía haber sido diseñado para los abrazos. Faltaba un orgasmo más para completar el prometido paquete de doce. Para conseguirlo se fueron a una de las camitas del fondo. Me fui con ellos para ser parte de la hazaña y la queretana guapa se quedó con un hombre que había venido a completar el relevo australiano.
Acostada, Mariana era penetrada con fuerza por el Conde de La Vieja Europa, mientras su lengua cazaba mi pene. Ese es una de las imágenes que vendrán a mí cuando esté al borde de la muerte, estoy seguro de ello. Llegó con eso el número doce, pero no paró ahí la cosa. Con los dedos la hizo eyacular dos veces más en medio de una nube de gritos obscenos que tal vez se oyeron hasta Cuernavaca (aquí hay una hipérbole). En ese inter, vinieron a avisar que el señor Conde debía partir; que la carroza que lo llevaría al aeropuerto estaba lista. Hizo un intento nimio por levantarse, pero como yo sé lo que es tomar carretera con los testículos inflamados le pregunté si no le apetecía terminar. Nos masturbamos los dos sobre mi mujer que, entre tanto, y ya no me acuerdo provocado por qué, se vino otra vez. Número 15 y final de la serie.
Ya todos bien atendidos, queretanos, europeos, los jóvenes en sus veintitantos y los Señores Pistache nos despedimos en efusivos abrazo y beso para que cada cual regresara a sus casas y previniera una semana que por bien que pintara nos haría a todos añorar las recién vividas historias del sábado y domingo.


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