12 Lecciones del medio que le enseñaría a mis hijos adolescentes

Reflexiones sobre el mundo sw

Lecciones del mundo swinger
Foto: The Joy of Teen Sex
No tengo un hijo adolescente, pero si lo tuviera, seguramente pasaría de la idea de que el swinger es un reino sólo para adultos y trasladaría a su formación una serie de lecciones indispensables en el estilo de vida que bien podrían ayudar a convertirlos en mejores personas. Y a riesgo de que parecer tarjeta de Hallmark o, peor aún, Paulo Cohelo, inauguro el canal de autoayuda para libertinos con este mi legado que cualquiera puede hacer el su legado.  A saber:



1.- Si quieres sexo, pídelo con todas sus letras. Si no quieres sexo, dilo con todas sus letras.


Es así de sencillo y sin deshonra. El sexo es una decisión de, al menos, dos personas con capacidad de decidir. Será mucho mejor para todos si las intenciones son claras. Se evitan confusiones, frustraciones y sobre todo, presiones que a nadie le hacen bien. No es bueno que todavía haya quien dice que no queriendo decir que sí, porque eso pone en riesgo a los demás, a los que dicen no queriendo decir que no.

2.- Poco alcohol y mucho sexo o mucho alcohol y nada de sexo.


La embriaguez lujuriosa cuando es provocada por la etílica, no suele traer finales felices. ¿Para qué,-les preguntaría a mis retoños- quieres una experiencia de la que no te vas a acordar? Que el alcohol da valor es una especie de mito resultado de un mundo donde ejercer la sexualidad por decisión propia está mal visto. Si al día siguiente vas a alegar que no fuiste tú, sino el alcohol, tal vez deberías, primero, sincerarte contigo mismo. No tiene nada de malo querer un acostón con tal, con cual o con tal y cual. Pero si vas a ir a meterte a su cama, asegúrate de no compartir la responsabilidad de tus actos con una cerveza de más.

3.- Que una persona te ame con inhumano frenesí, no la hace tuya.


 Cada quien es dueño de sus amores y de sus acciones. Así como he visto en los clubes innumerables escenas de señores presionando hasta el extremo a sus esposas, con resultados, casi siempre, nefandos, no me gustaría ver a mis hijos obligando a nadie a dar pasos que no quiere dar. Vamos, el caso del sexo es obvio, pero aplica también para muchas otros aspectos de la vida de quienes están aprendiendo sobre las relaciones de pareja.

4.- El valor de una persona no depende de sus conductas sexuales.


A mis hijos, querría enseñarles que si a sus compañeros les gustan las mujeres o los hombres no es asunto de nadie sino del chico o chica en cuestión. Pero tampoco quisiera verlos nunca involucrados en éstas conjuras de chismorreos tan comunes entre adolescentes, en las que la reputación de alguien es usada como trapeador mientras que el resto se erigen en lo más alto de la escalera moral. A mí, por ejemplo, me gustaría poder decir abiertamente lo que Mariana y yo hacemos, sin que eso ponga en riesgo nuestros empleos. Por eso, me parece cuando menos coherente, dejar que cada quien haga con sus genitales lo que mejor le plazca.

5.- Que alguien se acueste con todos, no lo obliga a acostarse contigo.


De las cosas que más me gustan del mundillo liberal es la facilidad con la que una mujer (disculparán que ahora sí haga la distinción de género) puede expresarse sin que eso la convierta en un objeto, sin que nadie considere que enseñar piel o besuquear a propios y ajenos es un compromiso de servicio a la comunidad.  Me parece que el mundo funcionaría mucho mejor si lo mismo ocurriera en el terreno civil; si las madres, en lugar de educar a sus hijas para "que no le den motivos a los muchachos", enseñaran a sus muchachos a respetar el santo derecho de las chicas para besuquear y dejarse manosear sólo por quienes ellas así lo deseen. 

6.- El rechazo, cuando se refiere a lo sexual, nunca es una ofensa personal.


El sexo está tan cargado de connotaciones positivas y negativas que resulta muy difícil que la negativa de alguien sea leída simplemente como eso, como una negativa. Hay quien cree que si fracasa en sus intentos de encamarse con alguien es porque el otro no lo ama lo suficiente, o porque es físicamente repugnante, o porque el mundo entero ha conspirado para mantener su castidad, o porque...  cuando la verdad es que la cosa es mucho más sencilla: esa persona no te folla porque no quiere y ya, ya vendrán otras personas que sí quieran. En nada vale cifrar tu autoestima o el valor que te dan los otros en tu número de sesiones íntimas.

7.- Hasta en las circunstancias más comprometedoras, una persona tiene el derecho a decir que no.


Lo he escuchado muchas veces: "Si no quería nada, entonces qué hacía sin ropa y sobre la cama". Es posible que el sujeto en cuestión lo haya querido, pero haberlo querido no significa que lo siga queriendo. Mariana y yo hemos huido de varios playrooms en momentos decisivos porque algo dejó de gustarnos. Sé que esa claridad la tuvimos que aprender a fuerza de tragos no tan dulces. Pero ¿qué necesidad? Me gustaría que los hijos adolescentes que no tenemos lo escuchen de su padre y cuando tomen decisiones o experimenten con cosas nuevas, estén contentos con la idea de principio a fin y durante los muchos años siguientes.

8.- Lleva condones siempre. Si no los llevas no hay nada vergonzoso ni incriminador en pasar a la farmacia a comprar algunos.


Para estas generaciones, afortunadamente, comprar preservativos ya no es un tema que produzca miradas condenatorias, pero los adolescentes son, por naturaleza, un manojo de inseguridades. Además, para alguien que sale en pareja, hacer un alto en la farmacia puede parecer o una invitación o una amenaza. No tendría porque ser ninguna de las dos. Es una precaución y punto. 

9.- No planees solamente cómo llegar a la fiesta, toma también en cuenta que, eventualmente,  querrás regresar.


Cuídate de los alcoholímetros, de los borrachos nocturnos, de los asaltantes, de los polis abusivos... Decirle a un adolescente que evite riesgos inútiles es, un poco, predicar en el desierto. Soy un adulto que sale mucho de noche, por lo tanto sé que la ciudad nocturna no es cosa para temer, pero que evitarse problemas es, en términos generales, muy sencillo. A mis hijos les enseñaría cómo aplicar esa sencillez. 

10.- La discreción es una virtud pragmática. 


Más allá de ser o no una buena persona, que siempre vale la pena serlo. En la discreción hay un valor intrínseco: Si resistes la tentación de vanagloriarte de tus hazañas, es posible que juntes más y mejores hazañas. Si guardas bien los secretos aprendidos en la alcoba, además de épicas aventuras sexuales, estarás cultivando amistades que son mucho más valiosas.

11.- Atrévete a probar.


La vida se trata de meter la pata. Infórmate bien, minimiza los riesgos, no tomes decisiones al vapor, pero lánzate a hacer cosas que no habías hecho y que tienes ganas de hacer. La experimentación es la madre del desarrollo.

12.- La gente que te ama siempre estará disponible para ti.


Aprendí que Mariana, siempre que salimos a hacer travesuras, está pendiente de mí. Ella sabe bien que puede confiarme plenamente su seguridad. Estar juntos en medio de cualquier circunstancia sw nos permite sabernos protegidos, y por lo tanto, atrevernos siempre un poco más. Somos, por así decirlo, nuestro mejor salvavidas. Eso esperaría también de mis hijos, que tuvieran todo el tiempo la certeza de que sus padres son su mejor salvavidas y que en cualquier caso, son ellos las personas que estarán ahí para rescatarlos.

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