El debut de Swingers United

#MephistoSW desde el interior

Nuestro certificado de matrimonio quedó tirado sobre el pasto abajo de un vaso que aún chorreaba algo. Habría que ser honestos aquí; no se trata del certificado que un juez de Coyoacán nos expidiera a Mariana y a mí para que podamos solicitar una hipoteca en sociedad conyugal, sino del acta que el Elvis Presley del festival, alumbrado por fogatas y con un cigarrillo en la boca, nos hiciera firmar para celebrar el oficial casamiento entre Ellos y nosotros. Luego de los dobles esponsales hubo, por supuesto, el pueden besar a los novios y una escapada de luna de miel al playroom. Nuestros nuevos maridoymujer eran, si no vírgenes, bastante nuevos en esto del swinging, y por eso tratamos de ser muy gentiles con ellos durante nuestra primera noche.

#MephistoSW


Los vimos desde que llegaron al festival. Estábamos en la entrada platicando con la celebridad del Twitter que ahora fungía como mesa de registro. Traían una vibra especialmente social, así que fue sencillo abordarlos, o dejar que nos abordaran. Creo. Ella, Él, conozcan a Mariana y a Diego. Diego, Mariana, conozcan a Ella ya a Él. Hola cómo están.  Qué tal la carretera. Desde dónde vienen. Que bien que ya llegaron. Nos vemos después. Seguro. Va.

A falta de diván, cama o colchón disponible, en el cuarto oscuro, el Marido requisó un taburete que estaba junto a otro sobre el cual, una pareja probablemente esperaba que algunos voluntarios se les unieran. Lo colocó en un sitio que nos quedara más cómodo a los cuatro para celebrar nuestro himeneo de jugetería. Esperamos un tiempo razonable para confirmar que la otra pareja, desde su coital tarea, no protestara por el hurto, y dado que no hubo quejas, Mariana y la Mujer se montaron a horcajadas frente a frente en el silloncito. Entre las dos no juntaban cuatro piezas de ropa, y no tardaron tres segundos en deshacerse de ellas. Pronto emergió, frente a los extasiados ojos míos, del Marido, y de otros espectadores silenciosos,  la idílica danza de las bocas femeninas y de las atrevidas manos que investigan la profundidad de cuerpos en espejos. Eran alrededor las once de la noche, y el clima estaba delicioso como para festejos íntimos en duplicado.

     Por la tarde, cuando el sol todavía pegaba duro sobre los asistentes y las mujeres se hacían aire con los abanicos que les regalaron en la entrada, convencí a Mariana de que entráramos a la alberca. Había ya varias personas dentro, todas en traje de baño. No quisimos buscar el nuestro y nos desnudamos para entrar en el agua. Entonces, se nos acercaron ellos para contarnos que habían leído el blog, y que les gustaba. Entre conversaciones con otras parejas, bromas y sorbos a la botella ciclista en que la organización del evento vació nuestro vino rosado para evitar desafortunados accidentes, Mariana los convenció (sin resistencia alguna)  para que dejaran los trajes de baño en el borde de la alberca. Me costaba trabajo no perder por completo los ojos en la hipnótica figura de la Mujer. La silueta clara y delineada que, más tarde tendríamos entre los brazos, despertaba en mis labios una punzante ansiedad de besar que traté de apaciguar hablando demasiado.

Lo diminuto del taburete sobre el cual jugábamos a consumar nuestro matrimonio trajo consigo la ventaja de una cercanía inusual. La luz llegaba desde lejos proyectándose sobre las paredes de lona. De vez en cuando, esa luz se tornaba azul claro iluminando todo el playroom, Entonces, se revelaba frente a mí una poderosa imagen que, inevitablemente me transportaba a nuestras primeras incursiones en el sexo grupal. Mariana era un río que cruzaba el sillón de un extremo a otro. El delta de sus piernas se abría frente a mí. Desde esa orilla, podía penetrarla y al mismo tiempo besar a la Mujer que, sobre ella, dibujaba con su cuerpo un arco de cuatro puntos que iba de mi boca hasta la pelvis del Marido, quien sentía a la vez un trasero dispuesto y una lengua impertinente (la líquida ventaja de los afluentes). Había cien variaciones sobre el mismo tema. En una, la Mujer se guardaba mi erección entre los labios. En otra, Mariana exploraba recovecos con los dedos. En una más, una pareja reflejaba a otra con idéntico temblor, y en sus rostros extasiados podíamos ver nuestros propios ojos. En todas, la música que venía desde el escenario principal se mezclaba con gemidos iluminados con leds y con el olor a pasto, provocando que la piel se erizara con ensoñaciones y nostalgias.

    El festival ocurrió en una enorme finca campestre. Las sillas Tiffany, las salas longue blancas, y el extenso jardín en el que varios ambientes se distribuyeron con comodidad, me hacían pensar, ya desde el principio, en una boda. Y como ocurre en esa clase de rituales colectivos, la juerga estaba llena de buenos sentimientos; se percibía una suerte de voluntad colectiva para que el primer retoño de Swingers United, funcionara bien. Por la noche, fogatas cubrieron el camino al área principal de la fiesta. Había rifas, concursos, patrocinios, en general una gran celebración masiva que conservaba la vibra de una reunión entre amigos. Muchos amigos. Salimos de la alberca para buscar un lugar donde cambiarnos, es decir, ponernos algo de ropa parrandera e ir a buscar un donde sentarnos para la parte nocturna de la fiesta.  Ya no había donde, pero nuestros nuevos amigos estaban recargados en el murete que rodeaba al jardín. Ahí los fuimos a encontrar, y la conversación nos dio pie para miles de indirectas. Era evidente que nos gustaban. Más evidente se hizo cuando Mariana se hincó para pedirles matrimonio y así fue como se convirtieron en nuestros Marido y Mujer.

Dando por exitosa nuestra noche de bodas, regresamos a la fiesta y a Mariana le temblaban las piernas. Por eso me sorprendió que aceptara la invitación del Sr. Libido para participar en un concurso de baile erótico. Se subió al escenario en tercer lugar. Había sobre éste una silla, y frente a ella ciento cincuenta o doscientas personas para mirar como mi esposa se quitaba el vestido.  No existe la palabra en castellano, seguramente, algún idioma como el finés o el suajili la tiene. Alguien dirá que es "candaulismo", pero no es eso, tampoco "compersión" ni ningún otro término new age. Es algo que tiene que ver con el orgullo y con el placer compartido, pero también con el deseo que provoca el deseo de los demás combinado con el propio. No lo sé, pero es un sentimiento cálido que se apodera de todo el cuerpo y conmueve hasta el interior. Se parece a la felicidad de estar vivo en un momento preciso, y se siente también como una súbita erección juvenil. Debe ser alguna vertiente del amor. Mientras gozaba del revelador espectáculo de Mariana en sicalipsis, miré de reojo a nuestros Marido y Mujer. Platicaban juguetonamente con otra pareja. Más tarde entrarían también con ellos en el playroom, así que supongo que, después de todo, nuestro casamiento en Mephisto también se trataba de un matrimonio swinger.

     


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