7 (casi 8) argumentos en contra de las relaciones swinger

Ser swinger es malo

Motivos para desaprobar a los liberales

     Parece ser que la palabra “polémica” no puede alejarse de cualquier programa o entrevista en medios tradicionales que hable de “Los swingers”. A mí, la verdad, es que aunque me dan ternura estos intentos civiles por comprender lo que mueve a nuestra comunidad, no deja de ofenderme un poco el uso del término “polémica”.

     El vocablo se ocupa para referirse a un hecho en el que las opiniones están encontradas. “¿Era penal?” “Trump: ¿Candidato legítimo o payaso de rodeo?” “¿Merece un rockero el Premio Nobel de Literatura?" En fin, entienden ustedes a qué me refiero. Denota, una naturaleza subjetiva y la posibilidad de diferentes interpretaciones. Pero sobre la práctica swinger no habría nada que opinar, ¿o sí? ¿Qué juicio puede emitir mi vecina sobre la manera en la que mi esposa y yo nos relacionamos con otros ciudadanos? ¿O qué tengo yo que decir sobre la posición sexual favorita de mi vecina? ¿O sobre sus horarios para ir al baño? ¿O sobre sus preferencias en cuanto al consumo de gluten? Nada.


     Las conductas privadas de los seres humanos no son un asunto de opinión. El locutor y su audiencia podrán ser curiosos sobre el tema, o simplemente receptivos a formas de vida distintas a las suyas, pero de ahí a que estén de acuerdo o no con los comportamientos sexuales de los demás, hay un gran trecho. Sin embargo, es naturaleza humana la necesidad de validar a otros, de dejar caer juicios pesados como párpados (la paráfrasis en intencional) y de erigirse brújulas morales del prójimo. Así que, aunque yo no esté de acuerdo en que otros estén de acuerdo en esto de practicar el swinging, el respetable generará su opinión y la hará saber velis nolis. Tanto, como que ya lo ha hecho esgrimiendo todas estas razones por las cuales ser swinger es malo.


1.- Lo mío es mío y no lo comparto.

     En principio, lo que llamas “tuyo” es un ser humano, difícilmente una propiedad. Incluso es posible que ya lo estés compartiendo y no lo sepas, (aunque esa es otra historia). Pero tu convicción de que tu pareja y tú son objetos de propiedad recíproca te define a ti y a tus relaciones. No significa que todos deban relacionarse de la misma manera. Los swingers creemos que no se comparte al cónyuge, sino con el cónyuge. Se comparten aventuras, fantasías y experiencias de vida. Casi todas las parejas exitosas hacen lo mismo, sólo que mientras los demás se vuelven camaradas en un partido de tenis, por ejemplo, nosotros lo hacemos en nuestro propio deporte, uno que disfrutamos mucho y al que le sacamos mucho jugo: el sexo.

     Para nosotros, “mi”, como cuando digo, mi esposa, determina una relación de pertenencia no de posesión. Me explico: Mariana no es mi Mariana como cuando digo “mi coche”, sino como cuando digo “mi familia”, “mi cultura”, “mi mundo”. Me refiero a aquello a lo que pertenezco y que me define, no a aquellos objetos que son de mi propiedad y para mi usufructo. La idea del matrimonio como un acuerdo de propiedad está muy arraigada en nuestra cultura, y da pie a abusos de toda índole. Tú podrás tener una pareja y querer que someta su voluntad a la tuya y viceversa. Eso está muy bien por mí si a ustedes les funciona. Yo preferiré mil veces a un compañera de aventuras, a una coequipera, a una “mi amiga”, por decirlo de algún modo.

2.- Intercambiar parejas banaliza las relaciones sexuales.


     Este argumento se basa en una premisa falsa, la idea de que todas las relaciones sexuales deben ser profundas y relevantes. Ése es un constructo cultural originado en el siglo XIX y que tiene mucho que ver con las novelas rosas y las pelis románticas, pero nada con la realidad. ¡Aquél adulto con una vida sexual medianamente activa y que pueda asegurar que nunca ha tenido sexo sin importancia, que lance la primera piedra! Lo ha hecho el soltero empedernido que va de cama en cama coleccionando emociones fuertes, y eso no lo hace un ser humano menos valioso. Lo ha hecho más de una una con tal de hacerle el favor a éste pobre autor de blogs (o a su equivalente), y casi siempre ha sido divertido. Lo ha hecho otra porque estaba aburrida  y ha funcionado para entretenerse. Y lo ha hecho aquél porque se le antojó y ya. Incluso la pobre ama de casa devota y abnegada que predica la castidad como virtud cardinal, sabrá que en más de una ocasión se “entregó a su marido” sólo por hacer la tarea, cuando en realidad estaba haciendo in mente la lista del súper.

     Ya sé que me dirán que todas ésos, fueron encuentros vanos y sin sentido. ¡Y qué más da! El sexo es muchísimas cosas, una de ellas: una función orgánica enormemente placentera que puede entenderse como un fin en sí mismo. Sin embargo, estamos condenados por la culpa monoteísta que nos provoca remordimientos cada vez que sentimos placer por el placer mismo. En nuestra cultura ser felices debe hacernos sentir incómodos. Por eso, cuando decimos que estamos leyendo, tenemos que sumarle la frase “un buen libro” o cuando estamos en la tina, lo hacemos con “una buena” copa de vino. La calidad del producto sirve para legitimar el hecho de que estamos ociosos y disfrutando. Es aceptable beber, siempre y cuando sea no sea mediocre. Podemos perder dos horas y cincuenta pesos en el cine, pero debe tratarse de una “buena película”. Pero al sexo, aristócrata de los placeres culpígenos, no le basta con ser “bueno” tiene que ser “significativo”.
      Las generaciones anteriores justificaban los juegos de cama siempre y cuando ocurrieran con fines reproductivos: “Ni por vicio, ni por fornicio, sino por poner un hijo a tu servicio”. Obviamente, el número de estúpidos quieren imponer esta consigna, en épocas modernas, es ya cercano a cero, pero la intención persiste y el discurso, aunque modificado, sigue siendo el mismo: Nada de coger por coger, que el gozo es de mal gusto.

3.- La promiscuidad sexual es peligrosísima para la salud


     Hay un riesgo latente en todas las prácticas sexuales. En todas. No especialmente en las swinger. La multiplicidad de parejas sexuales conlleva un aumento en las posibilidades de contraer y transmitir ETS. Sin embargo, hay que tomarlo, como todo, con sus matices. El medio liberal promueve el sexo (más) seguro con mayor insistencia que otros entornos socialmente mejor aceptados. Existen dos factores que determinan lo anterior: El primero es que en la comunidad swinger se habla abiertamente de sexo y de las intenciones de éste. Lo cual hace que sea mucho más sencillo poner reglas, límites y condiciones. Hablar de sexo, y de enfermedades de transmisión sexual, (de esto podrá dar fe cualquier sexólogo) cultiva sociedades más protegidas.

     El segundo factor determinante es que dos cabezas piensan mejor que una, y cuatro, mejor que dos.  En situaciones vainilla, por ejemplo, la decisión de usar un preservativo recae únicamente en la pareja que está por tener relaciones. El alcohol, la fiebre del momento, la falta de planificación y un largo etcétera se erigen en el camino entre el sexo (más) seguro y un acostón de carácter irresponsable. Es perfectamente normal y entendible. Pero cuando somos dos parejas las involucradas en el proceso, en alguna persona cabe la prudencia. Cuando salimos con otros, mi prioridad no soy yo y mi placer, sino mi pareja y su seguridad. Lo cual cambia por completo el panorama e inclina considerablemente la balanza en favor del sexo (más) seguro.  Los swingers siempre llevamos condones porque, desde que salimos de casa, vamos con toda la intención de usarlos. El encuentro sexual no nos “ocurre” ni es nunca “un accidente”, y por lo tanto, tendemos a ser un grupo bastante más resguardado que la media. 

4.- Atenta contra la dignidad de la pareja y le falta el respeto al matrimonio.

     Hay una falacia enorme perpetrada por roles de género que determina que la sexualidad es un vínculo sagrado y exclusivo. Se basa en el mito de la pureza y de la castidad como virtudes, y en la premisa (falsa) de que el cuerpo es una moneda que ha de entregarse únicamente en a cambio de un buen número de bienes y servicios. Ese mismo mito es culpable de denigrar a los demás bajo la consigna de que lo bueno es lo puro, y lo malo, aquello que ya ha sido mancillado. Millones de crueles analogías comparan a mujeres con tortillas, autos, casas y un sinnúmero de objetos sin reparar precisamente en lo obvio: las personas no son cosas.  No hay nada que demuestre que la dignidad del ser humano radica entre sus piernas. Pero en una cultura misógina que tradicionalmente ha segregado a las mujeres al papel de comparsas, resultaba benévolo cederles algún commodity que les permitiera, bien negociado, asegurar la supervivencia. Para muchas generaciones, ese era, precisamente, el rol de la sexualidad y por eso la virginidad debía ser preservada a toda costa. Por eso, la noción de autoestima está vinculada al acto de follar y nunca al de comer o al de orinar, actividades igualmente humanas y necesarias.

    En esa escala de valores, tiene sentido pensar que el sexo es un intercambio que precisa monopolio, aunque en el fondo todos estén conscientes de que el tal monopolio es relativo y no implica igualdad de términos, pero harto sabemos sobre dobles discursos y estándares. La idea, nada vigente, se ha mantenido en el imaginario y condena de manera mordaz, la noción de que el ser humano es muy dueño de hacer con su sexualidad lo que mejor le venga en gana.

     A mí, siempre me ha producido una mezcla de gracia con intriga, descubrir que para mis compañeros de trabajo es perfectamente aceptable hablar de los cuernos que le ensartan a sus esposas, pero que swinguear les parezca abominable.


5.- Ser swinger es una excusa para ser infiel sin consecuencias.

     Muy por el contrario. Fidelidad es el cumplimiento de un acuerdo. Si ambas partes acuerdan, de manera libre y consciente los términos de una relación, nada de lo que ocurre dentro de estos límites, puede ser considerado una infidelidad. Precisamente, un matrimonio swinger disfruta, que no “paga” las consecuencias de una vida en pareja llena de aventuras y fantasías. Las consecuencias, en este caso, son muy favorables.

     Pactar un matrimonio fuera de los límites tradicionales presupone que los involucrados son adultos responsables de sus propias acciones, no niños que necesitan permisos o pretextos. Una pareja swinger bien establecida está formada por dos individuos que confían plenamente el uno en el otro y que establecen mecanismos eficientes de comunicación que, más allá de llevarlos a una vida armónica, tranquila y libre de conflicto, les permitan crecer juntos, reconocer sus deseos y fantasías, y regocijarse en la felicidad del otro.  La infidelidad es la ruptura unilateral de un acuerdo, no la modificación de éste por voluntad propia. Lo que, quienes lo condenan desde fuera tendrían que reconocer es que “matrimonio”, “amor” y “pareja” no son conceptos unívocos que acepten un sola definición universal dictada por quién sabe qué inflexible autoridad.

6.- Es imposible separar lo sexual de lo afectivo.

     Error. Será imposible para ti. Incluso, tal aseveración es bastante cuestionable. ¿De verdad nunca has tenido ningún tipo de deseo sexual que no involucre la necesidad de casarte con la persona en cuestión? ¿Nunca has visto con antojo  a alguien  en la calle sin enamorarte de ella o de él? Suponiendo sin conceder que así fuera, eso no significa que, para otros no sea posible. Más allá de eso, habría que entender que la afectividad tiene múltiples matices y formas. Queremos, por ejemplo, a una infinidad de personas con las que no nos acostamos. Por lo tanto, es claro que una cosa no tiene que venir con la otra.

     De todas formas, muchos de nosotros desarrollamos vínculos estrechos con algunos de nuestros compañeros de juego. Sin embargo, amar a una persona es, pese a lo que diga Hollywood, un acto de voluntad. Todos nos relacionamos de infinidad de maneras con muchas personas que nos gustan, o que admiramos o por las que sentimos una profunda empatía, pero no “caemos” por ellos. Enamorarse requiere una decisión, asumir un riesgo y estar dispuesto a afrontar las consecuencias de ser o no correspondido.

     La gente dice, “me enamoré sin remedio” o “yo no quería, pero los sentimientos no se pueden gobernar” cuando cantan boleros o cuando, en realidad, quieren decir “me moría de ganas de follar con él o con ella, pero me sentí culpable”. El transgresor de su propia norma se inventa un discurso que lo justifique, y esa falacia está muy bien abrigada por la hipocresía colectiva. Así que es muy eficiente. Si el amor es inevitable, entonces yo no soy responsable de mis actos, y mis faltas son inocuas, el mundo tendría que comprenderme y perdonarme.  Al final, es un tema de responsabilidad.

       Lo gracioso es quien defiende la inevitabilidad del amor, generalmente, atribuye sus tropiezos a contextos no sexuales. “La miré en la fila de la cafetería, me pareció un ángel y ahora no puedo sacármela de la mente”.  Por lo tanto, enamorarse no está relacionado con acostarse con alguien. Está mucho más vinculado a querer acostarse con alguien.

     Amar, en el sentido de querer compartir la vida con esa persona es, por otro lado, un asunto relacionado a la cotidianidad, al compromiso, a la logística doméstica y a la certeza de que tal persona es mi principal ancla y soporte. Eso no se construye en una maniática, candente, orgiástica y deliciosa sesión de promiscua concupiscencia. Al menos, no más de lo que se construye bailando merengue, cocinando o tomando una clase de antropología juntos.

7.- Puede terminar con la relación.


     Dice el dicho que la principal causa de divorcio es el matrimonio ¿cierto? Claro que swinguear puede terminar con una relación de pareja, pero no es el hecho en sí. Lo que termina con cualquier relación es lo mismo que lo que la empieza, la voluntad de que así sea. El swinging es un convenio entre dos seres humanos que, evidentemente, si no son capaces  de responsabilizarse de ese convenio, fracasarán. Pero iban a fracasar de cualquier manera, porque el problema no era el sexo con otros sino su incapacidad para tomar el control de sus propias decisiones. Casi todos en el ambiente decimos que el estilo de vida es un catalizador que simplemente potencia lo que ya se encuentra ahí.

     Las parejas con problemas tendrán esos mismos problemas, pero magnificados. A las parejas con aciertos, esos aciertos les parecerán más evidentes o más significativos. Aludir a que algunos se han separado a raíz de esto es un sofisma de causa falsa. Sería lo mismo que decir que todos los adultos que han fallecido consumieron agua en algún momento de su vida, por lo tanto, la principal causa de muerte es el agua. Aquellos matrimonios que, siendo swingers, fracasaron, también viajaron en automóvil, tuvieron sexo en la posición del misionero, salieron de vacaciones, acudieron a algún brindis de trabajo, y… tal vez esto sí tenga algo que ver, se dijeron mentiras, se guardaron rencores, o se olvidaron de protegerse el uno al otro.


8.- Va contra la ley de Dios.

     ¿Eso qué?

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