La sociedad de los swingers

-En busca de una descripción de grupo y más allá de lo evidente-

El generalizado uso de las redes sociales ha provocado que el mundo de los swingers pierda mucho de su naturaleza clandestina y se manifieste ante el ojo público con firmeza. A mí, esta nueva condición del lifestyle-aparador me produce sentimientos encontrados. Por un lado, me gusta saber que hay tantos tuiteros externando claramente que somos un colectivo real y que nuestro creciente número de seguidores demuestra que muchos individuos añoran un atisbo de nuestro estilo de vida. Es decir, legitiman un poco una práctica considerada una forma "alternativa" de sexualidad. (El apelativo "alternativo" presupone que hay otra forma que es "normal" o "correcta").  Pero, por el otro, expone quizá la parte más frívola de la comunidad, léase las chichis, nalgas y egos. 

     El estilo de vida representado en las redes toma forma de pasarela, de zoológico, de desfile de rarezas y habla más de la necesidad de aplauso que de pertenecer a una comunidad de personas que decidieron no conformarse con el paradigma de la exclusividad sexual. Haber dado un paso dentro del ambiente sw no es cosa superficial.  Es haber puesto, tácita o expresamente, en duda un sistema de valores poderosamente arraigado en nuestra cultura.  Por eso, no siempre me resulta grata la manera en la que los swingers comenzamos a salir a la luz. El tiempo lo dirá, pero entre tanto, vale la pena hacer una especie de revisión sobre los códigos de conducta, sobre las razones por las que hacemos lo que hacemos o sobre lo que nos define como comunidad. ¿Podrá definirse a una una comunidad swinger?

       Existen muchos tipos de prácticas que involucran al sexo grupal, pero lo transgresor del swinging tiene sus motivaciones enraizadas, irónicamente, en una mentalidad más bien conservadora y orientada a la pareja como unidad social. Quienes entramos a este medio lo hacemos abanderando el matrimonio y la exclusividad amorosa. Esta característica tal vez sea esencial para acercarnos a una cierta descripción tipológica y nos ilumine un poco en cuanto al sustento de nuestros códigos de comportamiento y las normas que nos rigen.

Para los swingers, el valor primordial no es la transgresión, sino la norma


     En más de una ocasión he defendido que no existe un ÚNICO decálogo del lifestyle. Sino una serie de acuerdos basados en el sentido común y la sana convivencia. He repetido, por ejemplo, que  aunque "No" significa "no", sea nuestra consigna máxima, no tendría por qué tratarse de un principio swinger, sino un acuerdo social aplicable a todas las personas, independientemente de sus prácticas sexuales. Sin embargo, en este lema y en su constante mención dentro del ambiente, se manifiesta un deseo ¿un ideal? común a la mayoría de los miembros de la comunidad: la certeza. Para los swingers, contrario a lo que podría pensarse, el valor primordial no es la transgresión, sino la norma. En ella está la tranquilidad de que todo va a estar bien. Los swingers nos zambullimos en la orgía enfundados en un salvavidas de acuerdos. Tiene sentido; a nuestro abandono hedonista siempre llevamos a quien amamos más, buen motivo para reducir el nivel de nuestras apuestas. Seguridad antes que nada.

      El mercado, como es su costumbre, ha cambiado mucho el paisaje, o al menos  la apariencia del paisaje. Las empresas orientadas a satisfacer las necesidades de nuestra comunidad, necesitan clientes leales y la mercadotecnia les dice que éstos se consiguen mediante la exposición. Twitter fomenta la lucha de los egos y se plantea como una competitiva arena en la que los contendientes se afanan por likes, retuits y seguidores en masa. Todo esto motivado por un mercado hambriento que premia la interacción. Al final, se trata de hacerse con el magnánimo título de influencer y gozar de una relativa reputación dentro del grupo. Pero hay una falacia y lo que ocurre en este foro, está lejos de ser lo que pasa en el mundo real. Caer en esta trampa sería como pensar que un desfile de modas representa los gustos y necesidades de un comprador de ropa. El escaparate no es el entorno, es sólo una ventana.

       Lo que aparece en la red da la idea de un sector motivado principalmente por la exhibición. Sin embargo, los swingers en su mayoría seguimos valorando la discreción y la clandestinidad. Buscar el foco puede ser una práctica que gana adeptos día con día, pero la mayor parte de las parejas del ambiente no sólo no entran en el juego de los tuitstars, sino que, en muchos casos ni siquiera se sienten identificados con éste. Aquellos que sí lo hacen (hacemos) paulatinamente creamos una identidad de marca que, si bien, resulta novedosa y seductora para algunas parejas, especialmente las jóvenes, también se opone al deseo mayoritario de mantenerse con un perfil bajo. Las validaciones de las páginas web especializadas, cumplen una función de seguridad y de afianzar lazos con la comunidad. Los followers sirven para otra cosa, así que los fenómenos no son análogos.

      Habría que entender,  por otro lado, que el argot del gremio revela más sobre la esencia de nuestro grupo que nuestras manifestaciones mediáticas.  El término "club", por ejemplo. Aunque muchos dicen "antro" o "bar swinger"  la palabra club, es la más empleada para definir los centros nocturnos en los que se llevan a cabo nuestras fiestas. La tradición sw lo enfatiza tanto porque la primera necesidad que estos sitios resuelven no es la de la barra libre, ni la de la pista de baile. Ni siquiera es el playroom. Más bien, los clubes (al igual que ocurre con sus homónimos en el mundo civil) nos sirven para encontrar gente con intereses afines y mentalidades similares. Se trata de un espacio que, además de proveernos de diversión, nos brinda un importante sentido de pertenencia y valida, mediante el peso del grupo, nuestra idea individual de sexualidad. Los clubes (desde los de enólogos hasta los de charros) son entornos en los que los raros dejaron de ser raros porque se rodearon de otros raros.

     Por esa razón, y tomando en cuenta todas las implicaciones sociales, culturales y emocionales que conlleva lanzarse en este mundo, existe entre los miembros un sentido de comunidad muy arraigado que, difícilmente, logra percibirse en el reino de las redes abiertas. Es raro que existan hostilidades entre parejas. Sin embargo, en la medida en la que Twitter ha convertido a los ¿líderes de opinión? del medio en marcas, muchos de ellos han empezado a comportarse en el mundo real como empresas en competencia y el resultado ha sido, la mayoría de la veces, bastante triste. Poco a poco, nuevos valores como la exclusividad o la popularidad (buscados con igual apetito a pesar de su naturaleza antagónica) empiezan a tomar las riendas de nuestro ambiente y a transformarlo.  No me opongo a los cambios, pero habrá que ver a dónde nos llevan.

     En resumen, pensaría que la sociedad de los swingers está (por lo pronto) cimentada en estos principios: seguridad, discreción y comunidad. Desde los medios, desde las redes, tal vez estemos proyectando otra imagen, pero este humilde Dieguecillo, sólo cuenta lo que ve.


   


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