El intercambio del intercambio

El intercambio del intercambio swinger


Crónicas de nuestra vida swinger-
La primera vez que pensé en esto, salíamos de uno de los muchos clubes de Cap d'Agde. La situación de la que yo quería alejarme era graciosa, pero no por ello, menos molesta. En el playroom se nos acercó un hombre que comenzó a jugar con Mariana, y dado que ella recibió bien la aproximación, yo no tuve inconveniente en ser parte de un trío. Luego llegó otro más y se anexó. En aquel entonces, el sexo anónimo nos prendía mucho más de lo que lo hace ahora. Especialmente a Mariana quien, cerró los ojos y se dejó llevar por la corriente de caricias. Al parecer, la aparición del segundo hombre incomodó al primero.  Y mientras tratábamos de organizarnos los tres para navegar por el cuerpo de mi esposa, Uno y Dos comenzaron una sutil batalla territorial que, al poco tiempo, se convirtió en una franca y estruendosa guerra. Uno le reclamó a Dos. Dos contestó. Uno insistió en sus reclamos y Dos continuó con su queja. Como ni Mariana ni yo entendíamos jota de francés, tristes turistas, quedamos al margen. 

     El primer desconocido entendió a mi mujer como un territorio conquistado, y aunque, hasta eso, estaba dispuesto a compartirla con el propietario original, tres (en cuatro) ya era multitud. No soy del tipo de personas que convierten a otros en propiedades paraa negociar, pero me pareció que si alguien tenía derecho a protestar por la presencia de un desconocido, (obviamente, además de Mariana) era yo.  Sentí que mi incapacidad léxica había logrado que me robaran la voz y con ella, un cierto tipo de autoridad. 

     Uno y dos, pudieron haber estado discutiendo los resultados de un partido de futbol. En una de esas, toda la historia me la inventé yo solito. 

     Muchos años después, con bastante más comprensión de lo que ocurre en las orgías, estábamos en  la charla postcoital de una de esas famosas sesiones de la Cofradía en el Palacio de los Medici. El mismísimo Signore nos confiesa que pasó una buena parte de la orgía sin tocar a nadie porque mientras cada quien estuvo emparejado con otro distinto a su cada cual, a él le pareció intrusivo hacerse un hueco entre los pliegues de alguna dupla. Le dije que era una tontería; en una bien intencionada orgía entre amigos, sobran razones para intervenir en los arrumacos de los demás.  Sin embargo, creo que algo de método había en su razonamiento.

     Hace poco, comencé a jugar con una amiga cuyas proporciones se adaptan perfectamente a mis brazos. Mariana, estaba hasta el otro lado, disfrutando las mieles de algunos de sus amantes favoritos y, entre los asistentes quedaron el uno para el otro, un hombre y una mujer. Todo parecía armónico, salvo el hecho de que ese hombre y esa mujer conformaban, entre ellos, un matrimonio. Creo que para algunos swingers existe seriamente la convicción de que follar con la propia pareja es una actividad íntima que debe mantenerse exclusivamente para el lecho matrimonial. Así que mientras yo empezaba a remover la ropa de mi compañera de baile, la otra pareja se aproximó ambiciosa, cada uno por un lado. 

Así que esperé a ver lo que pasaba y claro, ocurrió que hubo un intercambio de parejas sobre el intercambio que ya había ocurrido. Un metaintercambio.

     Mi primera reacción fue asumir un rol un tanto protector como cuando estoy con Mariana. Claro, que esta vez no estaba con mi esposa y eso quiere decir que con esta mujer, por mucho que nos entendemos en la cama, no he desarrollado una dinámica de cuarto oscuro ni una serie de códigos que nos permitan saber sobre qué piso estamos cuando alguien más entra en el juego.  Yo, no quería compartir el momento con esta otra pareja. Pero no tenía idea de lo que ella quería. Así que esperé a ver lo que pasaba y claro, ocurrió que hubo un intercambio de parejas sobre el intercambio que ya había ocurrido. Un metaintercambio. Y aunque no estoy orgulloso de mi emoción, me sentí robado.

     ¿Habrá algún protocolo? ¿Alguna regla que prohiba cambiar lo intercambiado? ¿Algún acuerdo que, dos jugadores que no son pareja, puedan hacer para definir si quieren o no seguir la mezcla entre la mezcla? En el último programa de Sex Whispers al que nos invitaron, hablábamos del fenómeno "Ya los lamí, son míos". Y a propósito de ello, il Signore Medici volvió a preguntar cómo saber si un par de refocilantes individuos que juegan sin ser pareja, están dispuestos a permitir un complemento humano. 

     Supongo que, como en otras cosas que tienen que ver con sexo y comunicación, el punto está en encontrar un equilibrio entre lo claro y lo sutil. ¿Hubiera sido torpe que entre beso y beso le hubiera preguntado a la chica que posteriormente me robaron, si ella quería jugar con la pareja recién llegada? ¿O fue tan terrible dejarse llevar de los brazos de una mujer a los de otra? Tal vez, un lector de gestos medianamente sensible, puede comprender si una dupla de jugadores está completamente  aislada y desea permanecer así o si precisa reclutar más manos para el fornicio. Pero, en todo caso, preguntar no hace daño. ¿Podemos jugar con ustedes? Así hacíamos de niños, y la mayor parte de las veces, las consecuencias eran afortunadas. 

Clave alta fotografía erótica de Mark Hanauer
Fotografía de Mark Hanauer




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