ADVERTENCIA: Hace muchos años que escribimos esta historia. Swinguear era algo nuevo y escribíamos Jardín de Adultos como una forma de procesar lo que nos ocurría. Se trataba, en ese entonces, de visiones idealizadas de la realidad donde poetizábamos mundos donde Mariana y yo éramos lo único importante. Después de eso, los lectores empezaron a llegar y, por ventura o desventura, el blog se convirtió en un referente entre exploradores inexpertos sobre la escena swinger mexicana. Gracias. Pero si acabas de llegar a este blog y buscas recomendaciones de lugares liberales en México, nuestra sugerencia es no hacer mucho caso a esta reseña y revisar, en cambio, nuestra guía de clubes eróticos para parejas.
Al menos en la Ciudad de México, parece haber un consenso: El único bar swinger de calidad respetable es el Club SW de Pedro López. Es un fenómeno que escapa por mucho de mi comprensión, pero sin duda, algo hizo bien ese hombre que nadie más logró. El lugar es enorme y hay muchísimas parejas de distintos aspectos y edades. No lo recomendaría para una primera aproximación al delicioso mundo de las orgías, y sin embargo, este es el mejor sitio para ver y elegir. Mariana y yo fuimos por segunda vez, ahora, con reservaciones para la zona VIP. La condición para tan rcspetable ubicación fue pedir una botella importada, y el mesero nos condujo a un balcón con tres mesas en un segundo piso. Desde ahí, se puede ver todo lo que sucederá en la pista, en la zona de bar y en el cuarto oscuro. De todas formas, nos prometieron que al terminar el show, nos cambiarían a una mesa dentro de la “zona íntima” Todavía no traían el cognac y yo ya temblaba. Los senos de Mariana se transparentaban tenuemente tras una blusa holgada que caía irresponsablemente descubriendo sus hombros. Además, para perder el tiempo, y aprovechando que la zona estaba completamente solitaria, me acariciaba las piernas y amenazaba con bajarme el cierre. Luego tomaba mi mano y la metía por debajo de su falda y me decía cosas desde muy cerca de las orejas.En la pista, las parejas bailaban y se conocían mientras Pedro López las animaba desde el micrófono con métodos de maestro de ceremonias en fiesta de quince años (claro, en la versión horario nocturno). A eso de las 11:30 comenzó el show, del que pudimos haber prescindido, pero que sin duda, al concluir marcaba el inicio oficial de las actividades.Ahora sí, los ojos se volvían locos en el espacio. Aprovechamos nuestra localización para ser los primeros en llegar a una cama que está en el centro de la zona de diversiones. Recuerdo haber estado boca arriba, cuando un hombre corpulento llevó la mano de su pareja, una chica alta y delgada, a los senos de Mariana. Al aceptarlo, el código se había establecido. Yo tocaba el trasero de ella bajo un pantalón de licra, él besaba a Mariana, Mariana me Masturbaba, y ella besaba en la boca a otra chica de vestido dorado que acababa de llegar. El escenario se convirtió en un juego de combinaciones donde manos, lenguas y muslos nos servían la mesa. Mariana y yo, saltábamos de un espacio a otro. Ahora jugábamos en uno de los sillones, y una mujer con pinta de caribeña besaba a Mariana en la boca mientras su hombre lo hacía en los pezones. En otro momento, nos fuimos pegados como lapas y con la ropa colgando por todos lados, a un pequeño cuarto donde no caben más de dos parejas y usualmente hay cuatro. Yo la penetraba y me mordía los labios para no terminar tan pronto. Los fuegos artificiales en la piel eran tan poderosos, que no queríamos que acabaran nunca. Había forma de espiar tras una celosía de madera lo que hacían otros. Había manera de sonreír a las señoras que miraban mi sexo en manos de Mariana mientras otros hombres las tocaban. Había también forma de meterse en un laberinto y ser interceptados por manos hambrientas de carne para tocar. Hubo que parar varias veces. Regresar a la mesa a tomar agua mineral, y luego volver dichosos a la batalla.No recuerdo mayor sensación de estar vivo ni antes, ni después de eso. Mariana y yo, tomados de la mano dando brincos en medio del recreo de los adultos. Nada más podía ser importante.
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