Mariana + 1 + 1 + 1 (parte 1)

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Personajes:
H: Mujer en sus cuarenta y pocos. Alta, delgada y vanidosa. Muy bien cuidada, y por su magnífica cirujía de senos, se puede deducir que de poder adquisitivo bastante holgado. Divorciada con una hija y novia de D. Presume de entender español, pero no debe ser del todo cierto. Vive de la pensión de su exmarido. El tipo de mujer que en cualquier situación se arregla el maquillaje.
D: Hombre, también de cuarenta y pocos. Vive en un país lejano y exótico en donde la pornografía está prohibida por el gobierno. Ve a H dos veces al año, y su relación se basa en citas candentes por webcam. También es rubio y se mantiene en forma. 
Mariana: El personaje central de este blog. Todo lo que el lector quiera saber sobre ella está a lo largo de Jardin de Adultos.
Diego: El eterno narrador de estas historias. Su servidor.
(Ironía dramática tan irrelevante como interesante: Los verdaderos nombres de H y D fueron, por casualidad, pseudónimos de Mariana y Diego, en distintos momentos de sus vidas)

Cuando llegaron a nuestra habitación, Mariana no se molestó en vestirse y yo salía de la regadera con el cabello mojado y envuelto en una toalla. No había pisado el interior cuando D pensó que era buena idea ir a buscar algo de vino, y dejó a H sola en nuestras manos. Desnudarse parecía lo lógico. Nosotros no teníamos ropa, y H no quería sentirse fuera de lugar, así que lo hizo. Con un movimiento, y como si no hubiera nada extraño en ese gesto, se quitó el vestido y se tendió en la cama. Mariana se acostó junto a ella, y entre los restos de un inicio de conversación, empezó a tocarle los senos. "Son enormes" me dijo, y le sonrió. Me acosté junto a H y le traduje lo que Mariana acababa de decir. Ella se sonrió y la besó en la boca. Mariana se derrite cuando algunas mujeres la besan. No acabo de entender qué es lo que hacen tan bien, pero hay un truco que parece que yo no tengo. Mariana se abandona ante los besos de las mujeres y esta vez, se dejó sumergir entre los profundos senos de H sin poner resistencia alguna. Bajé, y apenas mi lengua comenzaba a trazar la abertura entre los labios del sexo de H, cuando D tocaba la puerta otra vez y traía una dotación de vino para toda la vida. 
Fueron ellas a abrir, y yo lo ayudé con la carga. Acomodé las cosas en el la salita del cuarto y D entró tomando por la cintura a H y a Mariana. Se desvistió también y  nos sentamos los cuatro a platicar un rato, y la conversación fluía tan bien, que cualquiera pensaría que no teníamos la menor gana de revolcarnos los unos con los otros. Pero obviamente no era eso porque cuando H volvió a besar a Mariana, no hubo nada que pudiera detener a nadie. 

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