La magia del cine

Swingers en México | Cine Erotika | Cines para parejas | Exhibicionismo ADVERTENCIA: Hace muchos años que escribimos esta historia. Swingear era algo nuevo y escribíamos Jardín de Adultos como una forma de procesar lo que nos ocurría. Se trataba, en ese entonces, de visiones idealizadas de la realidad donde poetizábamos mundos donde Mariana y yo éramos lo único importante. Después de eso, los lectores empezaron a llegar y, por ventura o desventura, el blog se convirtió en un referente entre exploradores inexpertos sobre la escena swinger mexicana. Gracias. Pero si acabas de llegar a este blog y buscas recomendaciones de lugares liberales en México, nuestra sugerencia es no hacer mucho caso a esta reseña y revisar, en cambio, nuestra guía de clubes eróticos para parejas.


Era domingo y quisimos salir antes de la hora de la comida. Siento muchísima admiración por la capacidad empresarial de los dueños de Erotika, la sexshop de color rosa que está por toda la ciudad. Resulta que abrieron un cine porno en la calle de República de Cuba, en el Centro Histórico. La principal virtud del lugar consiste en que el segundo piso es VIP, es decir, sólo para parejas y mujeres solas (lo cual, nunca he visto, pero en fin...) El caso es que Mariana se vistió con su personalidad alternativa, una chica un tanto ordinaria que algunas veces funge como mi amante. El disfraz incluye una peluca de cabello largo, negro y lacio y unos lentes de contacto grises. Ese día en particular se puso calcetas a rayas, de esas que llegan hasta los muslos, y una blusa escotada y falda esquisitamente corta. Todo el outfit, se cubría con un abrigo que lo mismo protegía de la lluvia que de las miradas indeseables que podían encontrarnos por las calles del centro. El boleto de entrada al cine Erotika cuesta 60 pesos por pareja. Entrar al baño no es recomendable, pero nos llamó la atención lo popular que se había vuelto el lugar desde la primera vez que fuimos. Esta vez la sala estaba un poco más que al 50% y encontrar en la oscuridad un lugar ya era reto. La primera fila tiene sólo cuatro butacas. Dos en el extremo derecho, y otras dos en el izquierdo. La geografía de esa zona no es la más adecuada si lo que se quiere es interactuar con otras parejas, pero para ser vistos con la seguridad de no ser interrumpidos...bueno, digamos que es inmejorable. Mariana y su personalidad alternativa siempre escogen sentarse en el extremo izquierdo. Luego mira la película con los ojos fijos en la pantalla y no hay nada en su gesto que me haga saber lo que sus hormonas están pensando. Pero la conozco y mi pasiencia encuentra eco en cuenta ella hace saltar su mano dentro de mi pantalón, y me desabrocha el cierre. Entonces sé que es buena idea comenzar a tocar sus senos o pasarle los labios secos sobre la piel. Mariana, o su personalidad alternativa, me dicen cosas obscenas en el oído, mientras su respiración entrecortada se abre paso a brinquito desde mis orejas hasta la parte baja de mis testículos que no pueden estar más endurecidos. Aprieto las manos sobre todo aquello que esté cerca. Ella baja y con mis sexo dentro de la boca me va conduciendo sobre las formas que son pertinentes para estimularla. Mi parte favorita llega cuando se recarga con las dos manos en el respaldo de la butaca, mira hacia la sala: cuerpos que en la oscuridad se exploran y alcanzan a mirar su silueta a contraluz, enmarcada por el lesbian show de la pantalla. Abre las piernas y mi lengua pasa por sus muslos para llegar al húmedo país que hay en medio de sus piernas. Me pide que la penetre y su gritos acompañados del rechinar de los asientos tiene que distraer al público de lo que sea que estén pensando. Ella se viene, cuando menos tres veces. Yo, a veces, dos.

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